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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 10 de enero de 2019 - 12:00 PM

Los bienes de manos muertas

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Los bienes de manos muertas son los pertenecientes a Dios y por lo tanto inenajenables y que son verdaderamente de propiedad eclesiástica.

Las instituciones religiosas han ido acumulando una gran riqueza debido a la generosidad de los fieles que, para ganar el cielo, les donan gratuitamente a las comunidades religiosas bienes que a la postre terminan por convertirlas en auténticos millonarios.

Si estas riquezas, cuya función social es discutible, más encima las exoneramos de impuestos, empezamos a entender el crecimiento desmesurado de las fortunas religiosas que ha terminado por hacer que el negocio más rentable, hoy por hoy en Colombia, sea alquilar un garaje y fundar una iglesia y si no, miremos el ejemplo de la señora Piraquive y así podemos entender a qué nos estamos refiriendo.

Ahora bien, podríamos hablar que las cosas dedicadas al culto como las iglesias, podrían tener un tratamiento diferencial; pero que ahora los anexos a ellas también lo tengan es un sinsentido, pues facilitan el montaje de verdaderos negocios comerciales, a través de los cuales se captan dineros que no tienen tampoco ningún control fiscal.

Puestas así las cosas, sentimos que se llegó el momento de que el Estado, así como nos ahorca a los civiles a punta de impuestos, mire hacia esos modelos religiosos de evasión tributaria que muchas veces han perdido su verdadera razón de ser.

Un vistazo desapercibido nos permite entender cómo son las riquezas de las diferentes iglesias, de esas que predican la caridad pero no la practican y ello explica el reclamo del feligrés que le preguntaba al pastor cuál es la razón para que cuando el pastor necesitaba plata se la pedía a los fieles, pero cuando éstos acudían a él les recomendaba que la pidieran a Dios, que es tan generoso.

Lo anterior significa que se hace necesario discutir el modelo fiscal aplicable a las diversas religiones y cultos, pues consideramos que como están dedicados supuestamente a Dios, no deberían olvidar que todos tenemos una responsabilidad social solidaria y entonces, también deben ayudar a cubrir el hueco fiscal que nos asfixia.

Sentimos que ha llegado el momento de pensar sobre este espinoso tema.

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