viernes 25 de agosto de 2023 - 12:00 AM

Eduardo Pilonieta Pinilla

No es el qué, sino el cómo

En campañas electorales se torna divertido observar todas las cosas que los candidatos se inventan para atrapar a los ingenuos que le puedan asegurar su éxito democrático.

En ocasiones como ésta, el tema es variopinto, pues hay candidatos para todos los cargos a elegir, algunos conocidos, muchos de autos y otros que recién se inician en este juego electoral donde se ha vuelto imperativo el todo vale con las consecuencias que ello conlleva.

Sin embargo, hay un factor común y es que todos dicen qué hay que hacer, pero ninguno expone cómo hacerlo; lo primero es facilísimo, pues hay una lista interminable de problemas sociales a resolver y cualquiera que escojamos será la redención; curiosamente ninguno dice de qué manera va a solucionar aquello que él afirma debe cambiarse.

Siempre ha existido algo muy común y es que nadie sabe cómo se hacen las cosas, pero todo el mundo sabe que, así como se hizo, no era y lo curioso es que nos hemos acostumbrado a eso.

Un ejemplo simple: la movilidad; todos podemos escribir un tratado sobre el tema porque es algo que enfrentamos diariamente y por tanto es una bandera electoral atractiva; incluso hay un candidato cuya publicidad muestra cables aéreos y un metro y esa sería una buena solución; solo que no dice cómo va a resolver ese problema y de dónde va a obtener el dinero necesario para hacer el milagro propuesto.

Lo importante es el cómo, pues lo reiteramos, el qué lo tenemos todos a la vista, pero también sabemos que los milagros entre nosotros y menos en temas públicos, no existen; por ello esos palabreros del progreso social terminan pasando sin pena ni gloria pues todo continúa siendo igual si nos va bien; pero casi siempre, como nos va mal, andamos como andamos con una sociedad manga por hombro, gobernados por corruptos y por el caos social producto de la ineficacia de esos magos que hoy pregonan como verdaderos redentores de la ciudadanía.

No nos cansamos de decir que los únicos culpables somos nosotros, pues todos esos pésimos gobernantes llegaron allí porque los llevamos de la mano con nuestro voto y por tanto no tenemos derecho a reclamar.

Al que mal elije, mal le va.

Insistimos, lo importante no es el qué sino el cómo.

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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