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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 12 de noviembre de 2020 - 12:00 PM

Paga y paga bien

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La vida comunitaria debe estar fundamentada en la sensación de confianza que nos permita un sano desarrollo de nuestra propia existencia basada en la seguridad con relación a nuestra propia vida y a las cosas que le son colaterales.

Cuando una sociedad, por descomposición de sus estructuras de poder cae en la anarquía, la vida de las gentes se vuelve azarosa y nace la impresión de estar solos ante los peligros típicos del lejano oeste americano.

Decimos lo anterior pues Colombia ha caído en manos del hampa en todos sus estamentos: en sus cuerpos de poder, por los bandidos de cuello blanco y en las demás esferas, por la acción de los hampones de todos los pelambres.

Las sociedades han delegado el manejo de su seguridad en dos estamentos básicos: el poder de la fuerza en manos de la policía y el restablecimiento del orden y castigo de sus infractores en manos del poder judicial.

Hemos perdido la confianza en la una y en el otro llegando a tal el desprestigio policial que empezamos más a temerles que a respetarlos y en el caso judicial a no creer en ellos pues han mostrado la incapacidad absoluta de actuar ante los propios delincuentes.

Los hampones, mucho más sagaces que las gentes de bien, conocen a la perfección esta situación y la explotan magníficamente porque realmente no corren mayores riesgos pues siempre faltará una coma en algún documento para que el Estado no pueda proceder contra ellos.

De otro lado, ese Estado incapaz de darnos la seguridad nos prohíbe defendernos: mientras poseer un arma legítima es toda una odisea, en el mercado negro, por cualquier par de pesos, se consigue toda clase de armamento con disponibilidad inmediata y sin ningún trámite.

Colombia vive en pleno siglo XXI a la usanza de los viejos tiempos de los cowboys; solo que mientras ellos tienen las manos libres a sus víctimas el mismo Estado se las entrega maniatadas a fin de hacerles fácil su acción criminal.

Por eso estamos como estamos y cada día será peor pues en Colombia, definitivamente, ser criminal paga y paga bien.

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