En columna anterior había advertido sobre la situación crítica que representaría la violencia intrafamiliar en un período de aislamiento obligatorio en el que, por obvias razones, a cualquier situación preexistente detonante de violencia familiar se sumarían las que son propias del aislamiento, entre las cuales se cuentan, además de la restricción de circulación y el temor a enfermar, la inseguridad alimentaria, la acumulación de deudas de todo tipo, la inestabilidad laboral y la amenaza del regreso de la “normalidad” en un país con una economía en crisis.
Para cuando la violencia es una realidad o amenaza inminente al interior del hogar, la Policía Nacional lanzó la campaña “Patrulla en casa” que tiene su ruta por la ciudad, pero puede contactarse para orientación a víctimas en el teléfono 6910980 o a la línea 155, o para denunciar y solicitar apoyo inmediato a las líneas 123 o 122 con lo que se activarán las rutas de protección.
A propósito de rutas de protección y de la escalada de violencia contra la mujer, que debe ser muy estresante para ellas y que las lleva en algunos casos a trasladar su lugar de residencia a hogares de protección en los que son acogidas con pocas comodidades y con la mayor compasión, me pregunto hoy si esta huida o retirada estratégica, disfrazada de mudanza y amparo humanitario, no es un injustificable castigo adicional que deben sufrir las víctimas.
Proteger a la víctima, desarraigarla de su hogar y obligarla a esconderse es más una revictimización que deberíamos evitar. Quizá el que debería salir sería el agresor; dirigirlo hacia casas de aislamiento donde pueda departir, lejos de su pareja violentada, con sus iguales y en tensa armonía de género, realizando las labores diarias de ese, el que sería con toda justicia su nuevo hogar.
De otra parte, para disminuir los episodios de alteración del ánimo de los que deriva en muchos casos la violencia intrafamiliar, el ambiente en casa durante el aislamiento debe ser de seguridad y esperanza en lo que, entre otros, el estado tiene asignado un papel importantísimo que no está desempeñando. Se requieren y demandan estabilidad, instrucciones claras, atención oportuna, suficiente, eficiente y organizada, respuestas de fondo, más seriedad y menos favorecimiento al que no lo requiere.