martes 08 de agosto de 2023 - 12:00 AM

Corazones solitarios

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Columna de
Eneas Navas

En el solitario corazón de Bucaramanga (que hoy está tan abandonado y se parece cada vez más a los lotes enmontados que inspiraron a Miguel Trujillo y Andrés Páez de Sotomayor para fundar la Real de Minas de Bucaramanga el 22 de diciembre de 1622), durante todo el mes de agosto en la Casa del Libro Total se recrea un momento evangelizador en el que lo que hemos sido y somos como cultura, se plasma con un lenguaje religioso moderno, lleno de fe humana y de la imaginación divina de Sumerced, revelando el resultado del sincretismo cultural que hasta acá nos ha traído.

Se trata de la puesta en valor de la obra de María Mercedes Sánchez, que con su arte colorido y divertido reconoce, prueba y comprueba, la verdadera cercanía y contacto de lo sagrado con el mundo real y cotidiano en el que las figuras religiosas tradicionales se mezclan con elementos decorativos, tecnológicos y gastronómicos, de diferentes tiempos y estilos, con una paleta de colores llamativa en la que el oro es la arepa santandereana de maíz pelado que se difumina por las más de setenta variedades de arepas hechas arte en el imaginario de la artista.

Dice ella que no viene del arte y, por escucharlo decir, hay que creerlo, pero -dudando- entenderlo. Ella viene de la observación de la vida y la existencia; del escuchar el lenguaje rogativo para la templanza, la clemencia y la esperanza; viene de palpar la realidad de las culturas y de analizar por fuerza las noticias del día; llega de ver la realidad cruda y cocida y entonces, con todo lo que trae y lleva, hace un collage de experiencias que pareciera transgredir las normas del deber ser, pero que realmente revelan la imperceptible realidad normalizada al punto del olvido o, lo que es lo mismo, en sus obras por espejos, nos devuelven nuestra propia imagen hecha arte y así se entiende cómo es que ella, que no viene del arte, es el arte.

María Mercedes propone en “Corazones solitarios” un encuentro entre disímiles estéticas que unen el cielo con la tierra, el pasado con el presente, la forma con el color, la luz con la sombra y el recuerdo con el olvido para que, en lo sucesivo, busquemos y encontremos (o sin verlos imaginemos), un altar en cada rincón o fijemos la mirada solitaria en el rincón de la casa o en algún altar.

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