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Eneas Navas
Jueves 02 de junio de 2022 - 12:00 PM

Hay alguien ahí

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Aunque nos guste, nadie puede negar que “bueno es culantro, pero no tanto”, ni la importancia de los medios tecnológicos en el desarrollo de los sistemas de justicia, pero se pueden negar las ventajas de la implementación y aplicación de la virtualidad a la justicia penal en la que, además de debatir la libertad de las personas y su pérdida de capacidad jurídica o negociadora (que son la vida misma), el contacto humano es fundamental para la prueba y para la percepción que obtenga el juzgador sobre el animus del ser que juzga.

La pandemia y sus efectos en la vida del abogado y sus dependientes son positivos. Sus zapatos no se desgastan en los pasillos de juzgado en juzgado, su paciencia no se agota rogando por los libros de estados de los procesos, ni los codos de sus camisas sufren el desgaste de la espera en la baranda, para no mencionar los costos de transporte y otros asociados a la vigilancia de procesos y de gestión y mensajería de documentos en la que medio dependiente, sale sobrando.

Así las cosas, podemos decir que es un gran avance tener acceso a los documentos y a la información de los procesos en línea, poder recibir las notificaciones electrónicas en el celular, poder almacenar las copias de las providencias con notorio ahorro de papel y espacio físico, entre otras no muchas virtudes, pero el sacrificio de la oralidad, especialmente en el falible proceso penal, no tiene precio y, por el contrario, su costo es desmedido al tener poder definitorio sobre la libertad de las personas.

Sin tener en cuenta que la defensa técnica casi siempre ha sido virtual en perjuicio de los procesados, resulta perturbadoramente parecida a las prácticas de la inquisición, la desaparición de la inmediación de la prueba en la que el lenguaje no verbal, que en un encuentro cara a cara lleva consigo por lo menos el 60% del mensaje, se pierde y da paso al teleprompter y al consueta para testigos marioneta.

De cualquier forma, el proyecto de ley cuando sea ley, se cumplirá con pocos contradictores compartiendo pantalla con sus clientes en las cáceles, mientras otros se preguntan mutua e incesantemente... ¿hay alguien ahí? ¿me escuchan?, ¿Sí se escucha? Ah... bueno...

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