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Eneas Navas
Jueves 01 de agosto de 2019 - 12:00 PM

Las redes antisociales

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Hablar contra las mal llamadas redes sociales es un delito social, es decir, que quien se atreva a ello está condenándose a lo que los griegos conocían como ostracismo: un destierro político que se daba a las personas peligrosas o incómodas para el orden imperante que, a la larga, como se aplicaba a personas principalísimas, acabó convirtiéndose en un verdadero honor.

Llamarlas “redes antisociales” o “enredos sociales”, es una buena manera de empezar, porque mis lectores amigos tendrán que convenir conmigo en que no hay calificativos más apropiados para ellas pues, contra todo pronóstico aristotélico, estamos dejando de ser sociales a pesar de la naturaleza, pues nos damos la licencia de prescindir del contacto humano con más frecuencia, preferimos el calor del celular recalentado al del abrazo, nos dejamos atrapar por el brillo de la pantalla y no por el de los ojos, optamos por la vibración de la alerta de mensajes ignorando la de las almas y paseamos -con actitud humilde, cabeza gacha- de la mano de la colección de contactos o seguidores y no con una buena pareja.

No en vano las 7 principales redes sociales, las más populares del mundo, se asocian con los pecados capitales pues a ellas se acude por codicia, vanidad, pereza, gula, lujuria, envidia e ira, siendo estas dos últimas transversales, es decir comunes a todas las redes, ya que es el envidioso en todas ellas el que reacciona con ira, sin reflexión, contrariando la naturaleza social del hombre.

Esta columna de opinión difundida en redes sociales, por ejemplo, me ha permitido conocer el sentir distinto y diverso, interactuar con otros opinadores que comparten mi razón o se oponen a ella con conocimiento y, de esta manera, en cualquier caso, sumar los ingredientes para interpretar la realidad y la fantasía sobre las que escribo, pero, además de eso, me han permitido coleccionar en las redes una gran variedad de títulos peyorativos e insultos con los que alguien podría sentirse intimidado. Sin embargo, al mismo tiempo me hacen caer en cuenta del daño que la distancia cibernética y el anonimato de las redes forjan, ya que algunos, “face to face”, no dirían ni harían lo que “face to red” gritan, comparten y replican.

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