Lo deseable es que todos, durante estas festividades que apenas comienzan, sean responsables de sí mismos, de sus familiares y de todas las personas con las que compartan en sitios públicos, para que en un mes celebremos también haber pasado un diciembre amable, pacífico y seguro.
Frente a los problemas por solucionar en la creciente crisis que vive la industria del transporte público en taxi, la mayoría de los lectores piensa que lo primero por solucionar es lo que afecta al usuario y tienen razón; pero para el empresario lo primero será la industria (y tiene razón); de la misma manera en que tienen razón el conductor y el propietario que creen ser primeros y todos olvidan que ninguno, sin el otro, tienen un servicio, un trabajo o un negocio.
No obstante lo anterior, como hay que iniciar por alguien, lo hacemos por el usuario invitándolo a viajar en taxi para que pueda ser agente y testigo del cambio, si hay cambio.
Para el conductor, antes de pedirle capacitación adicional, cursos de guía de turismo y hasta el segundo idioma, hay que darle estabilidad laboral y una remuneración justa por su esfuerzo ya que conducir taxi, aunque digno y abnegado, como todos los oficios, profesiones y artes, no es una atractiva ocupación, se vuelve un desvare y, adicionalmente, su relación de trabajo no está claramente reglamentada pues, en la realidad, la que se vive en las ciudades, sus relaciones con empresas y propietarios están deslaboralizadas, son contratistas, algunos obligados a posar de asociados en el producido del día después de pagar la cuota del propietario y aportar para los gastos de funcionamiento y administración, son trabajadores ocasionales, algunos sisbenizados, no tienen turnos de trabajo controlados y vigilados, por lo mismo, no hay jornadas y garantías laborales para todos y digo todos porque, como en toda regla, hay excepciones que se ajustan plenamente a la normatividad... aunque no las conozco.
Cuando afirmo que su relación no está claramente reglamentada, olvido a propósito la norma para resaltar la realidad social y laboral, pues la regla, al parecer, no se entiende, no se aplica, permite interpretaciones diversas y, lo más relevante, no se interviene efectivamente, pues el control está difuminado, disuelto y atomizado en autoridades nacionales, regionales y locales que no coordinan, no colaboran, no articulan ni se complementan.
El aire que se mueve lentamente al tratar este tema debe ser contenido con acciones de verificación para la normalización en busca de una Paz Total y no para el castigo y la sanción, debe percibirse por el tacto como fresco y suave, revitalizador de la industria en su rescate.