Los colores del Atlético Bucaramanga siempre estarán ligados a la historia y al recuerdo de Américo Montanini, esa pequeña bordadora de inmensas jugadas que, como decíamos al comienzo, es y seguirá siendo por mucho tiempo, el más grande en la historia del Club.
Comenzó la anestesia y la alienación colectiva con el mundial de Qatar. Resucita cada cuatro años, con Olímpicos de por medio. Tiene razón Infantino: como todos somos pecadores, todos somo inocentes y culpables; la dicotomía de siempre, el dilema moral y ético que se diluye nada más en la ceremonia de inauguración. Sin embargo, la crítica no puede ser silenciada por la magia del fútbol y por la invasión mediática global. Después de la Iglesia Católica, la FIFA es la institución más poderosa e influyente del Planeta. Marx tendría que actualizar su famoso aforismo de que la religión es el opio del pueblo. Nada ni nadie puede competir con el más formidable sustituto de la religión que el deporte, en particular del fútbol. Nada de raro tiene, entonces, que semejante poder planetario n esté intoxicado y permeado de corrupción, y se haya ideologizado hasta los tuétanos. Infantino y sus compañeros de viaje que digan lo que quieran, usando medias verdades y mentiras, pues en el poso siempre quedará la impronta de una corrupción gigantesca. No podemos ignorar el descarado negocio de la compra/venta de la sede del Mundial, ni podemos aceptar como válido el régimen de la Sharía que esclaviza a las mujeres, ni ignorar la esclavitud y muerte de millares de trabajadores de los estadios y otras infraestructuras.
Y luego viene la historia del relativismo cultural y que debemos “respetar” todos los atropellos a los Derechos Humanos, que a Infantino le parecen una simple hipocresía de Occidente, y no una de las máximas conquistas de la modernidad global, tarea que estamos lejos de conseguir; menos si la invitación es mirar para otro lado, puesto que todos somos culpables. No creo ser un fanático crédulo pero si creyente de la magia del fútbol, que no impide tener una mirada crítica, y que al menos un dilema moral perturbador altere la felicidad ante el televisor. En el recreo recomiendo ver Los entresijos de la FIFA. También Los hombres que vendieron la Copa del Mundo. ¿Algo puede cambiar antes de que el Antropoceno haga su trabajo apocalíptico?
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