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Ernesto Rueda Suárez
Lunes 02 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Palabras inútiles

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No terminarán nunca los debates –siempre que puedan hacerse– sobre la construcción de memoria histórica, más si los convertimos en problema bizantino de la lucha entre el Bien y el Mal, la “memoria del bien, la tentación del mal”, como explica Zvetan Todorov. Con un agravante casi indestructible: que todo el mundo cree que está haciendo el bien, y que por tanto, es inocente, o al menos no culpable. Es lo que Hannah Arendt acuñó como la banalidad del mal, para racionalizar los peores crímenes contra la humanidad, que en últimas solo pueden ser juzgados con éxito por tribunales internacionales como Nüremberg. Cuando Arendt (judía) publicó su libro “Eichmann en Jerusalén”, fue muy criticada por la propia comunidad judía puesto que no dejó de recalcar el papel equívoco que los propios judíos jugaron en el desastre del Holocausto. O el papel de muchos países, como Francia, en la persecución, que durante décadas fue negado.

La propaganda y la construcción de relatos pseudohistóricos son los que más han contribuido al negacionismo o a relatos providenciales para justificar la acción política, y desde luego, la guerra. ¿Cómo pudo el partido nazi conducir a Alemania al cataclismo en la II Guerra Mundial? Apelando también a la “razón académica”, que puede montarse un formato “crítico”, con una retórica convencional y elemental, que pudo convertir el arianismo en toda una profecía autocumplida. Hubo toda una anexión de la Antigüedad, manipulando la historia, la biología y la filosofía; así lo analiza el formidable libro “El nacionalsocialismo y la Antigüedad”, de Johann Chopoutot.

¿No podemos construir verdad histórica, científica, creíble? Por supuesto, a pesar de los negacionistas, los que no creen en el Holocausto o en el conflicto político armado colombiano, que tienen la vana pretensión de borrar huellas, intimidar, disfrazar, mentir, hacer “informes académicos”, y hasta conmemorar: toda una operación de manipulación de la memoria y de aprovechamiento de la pandemia del olvido, tal vez la peor de todas, pero siempre vencible; que aspiran a imponer verdades oficiales, oficiosas y oficialistas. Por lo pronto cuidémonos de la tentación del “Bien”.

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