martes 28 de febrero de 2023 - 12:00 AM

Palabras inútiles

La corrección política es antiquísima; solo que en las últimas décadas ha tomado un impulso enorme y peligroso, a la vez que los radicalismos de todos los pelambres, hasta llegar a la llamada “cultura de la cancelación”. El escándalo de las ediciones “corregidas” de Roald Dahl pone el problema sobre el tapete. La editorial ha dado marcha atrás por el rechazo generalizado, incluso d muchos “correctos”. El negocio funcionó bien, sin embargo, pues ahora editará los originales y “los correctos”, y también funcionó lo del mal ejemplo, y nos dicen los editores de Inan Fleming que James Bond vendrá “corregido”. El problema no es tan simple porque lo que está en juego con la corrección política es uniformar el pensamiento, negar la historia, la cultura, y prestar un servicio a la hipocresía y ala doble moral; pretender una literatura inocua e inofensiva, lo que sería el fin mismo de la literatura, dice nuestro gran escritor Juan Gabriel Vásquez, y por extensión del arte.

La gran pretensión de la corrección política es aspirar al autoritarismo, al pensamiento único, con lo cual el cerebro y la inteligencia humana nos sobraría, y algunos ya sueñan con ello y sus gigantescos negocios, al trampeárnosla por maliciosos algoritmos y el reinado del plagio, defendidas por policías del pensamiento y de la moral, al mejor estilo orwelliano. Por supuesto, no podemos caer en la ridiculez de satanizar a los medios, como tantas veces se ha hecho desde la invención de la escritura. La IA está ahí para quedarse, y el mundo cuántico nos llevará a fronteras insospechadas. Al lado del imparable desarrollo científico técnico, tenemos enormes problemas morales que resolver ¿podremos hacerlo? Es imperativo hacerlo si no queremos acelerar el fin de los tiempos.

Post scriptum. Ya los hermanos Grimm se autocorrigieron. Las versiones populares originales y las sucesivas ediciones en todos los idiomas están corregidas, tergiversadas y edulcoradas. Leemos refritos, y con las traducciones nos va peor —bueno, no siempre—. Borges defendía a traductores magistrales de “Las Mil y Una Noches”, como Galland al francés y Cansinos Assens al castellano, sin “correcciones políticas”.

eruedas41@gmail.com

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