Desde hace muchos años se han hecho esfuerzos, aunque poco exitosos, de recuperar el inmenso potencial del río Magdalena, tanto para la seguridad nacional, como para el transporte de pasajeros, el turismo o la exportación e importación de toda clase de productos.
El enigmático y misterioso caso del excandidato del CD a la presidencia de la República, Zuluaga —y que por poco gana, como en el caso del ingeniero Hernández— no causó el estupor esperado, dado el tamaño del escándalo. Era un escándalo viejo, ya casi olvidado, y sepultado por el creciente alud de escándalos que vivimos a diario. Los que sí quedaron estupefactos y anonadados fueron los dueños de esa candidatura. Hasta Uribe no atinó a decir sino que él— pobrecito— fue otra vez, como en el cao de los falsos positivos engañado y traicionado. Ahí quedó plasmada la estrategia, para zafarse del escándalo. Zuluaga, solo solito, armó todo el entramado de mentiras y falsedades, se autoproclamó como único culpable, además para “salvar” al buenazo de su hijo, todo candor, pureza y sabiduría. El CD acepto la renuncia del que será reo, pero hasta ahora no hay juicios de responsabilidad política y menos moral. Mejor no escarbar tanto, pero los críticos tienen el plato servido. A lo mejor le pasa lo mismo que al “héroe” “Ñoño, o el “ tuerto Gil”.
Es clarísimo y evidente el paraguas que quiere tenderse sobre el caso Zuluaga, pues hay demasiado en juego, y la conjura de los silencios no alcanza para tanto. ¡Así que el famoso eslogan “Quién dio la orden” seguirá sepultada, como en la conjura de los “Protocolos de los Sabios de Sion”.
Post escriptum. Los verdaderos responsables del descalabro de Zuluaga quedarán siempre ocultos. Recomiendo la lectura de libro “Las entrevistas de Núremberg” de León Goldensohn. Todos los entrevistados y condenados nunca acusaron a Hitler de ningún crimen.
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