Con todos los retos tecnológicos que impulsan una feroz competencia por tener audiencia –toda clase de audiencias– Vanguardia arriba al primer centenario de existencia. Porque información, comunicación y formación de opinión crítica es siempre una necesidad histórica desde el inicio mismo del pensamiento racional; y para el caso de la política, desde los tiempos de la Guerra de Troya y del primer comentarista de esa guerra, Homero; hasta donde muchos autores creen que se remonta la ciencia política, y la posibilidad de superar la guerra –el “polemos”– e ir por el camino pacífico de construcción de civilización, lo que no quiere decir ausencia de conflictos, pues siempre los habrá; otra cosa es cómo los resolvemos. Muchos historiadores contemporáneos, como Norbert Elias o Steven Pinker muestran –pese a las guerras actuales– que el mundo avanza como nunca por el camino de la pacificación, aun cuando cueste –y mucho– creerlo a los colombianos.
Larga es la historia tecnológica, social y política de los medios de comunicación, desde Gutenberg a Internet, y es también la larga historia de la modernidad por conquistar, construir y defender la libertad de pensamiento y de expresión siempre amenazadas, más en estos tiempos de renacimiento de populismos, por donde quiera que se mire; situación inquietante por las turbulencias y crisis en que se mueve la democracia actual, y su sustento, las ideas liberales.
Atreverse a defenderlas es hoy tan imperativo como lo fue hace 100 o 200 años, y trae inmensos peligros, incubados por quienes no soportan la existencia de la dignidad humana como el más fundamental y universal de todos los derechos humanos.
Los 100 años de Vanguardia son el registro más completo de nuestra historia regional, nacional e internacional; una mirada del mundo; de lo que pensamos; de lo que hemos leído, gozado y sufrido.
Ha sido la fortaleza y el faro más visible en defensa de la libertad de criterios y de opiniones, como la opinión primordial de decir una vez más ¡No! a la guerra y las violencias.