Algunos analistas –como Eliane Brum, El País- han decidido llamar al presidente del Brasil Jair Bolsonaro antipresidente, puesto que incumple y boicotea su propio programa y maneja un gobierno caótico, en el que los ministros se tambalean y no saben qué hacer. Además, sus hijos, a los que llama Cero uno, Cero dos y Cero tres, tienen una injerencia abusiva y hasta criminal en los asuntos públicos, al punto de configurar con su padre, lo que los chinos del ocaso de Mao llamaron “Banda de los Cuatro” , liderados por la propia esposa del Gran Timonel. Hubo que esperar hasta la muerte de Mao para hacerle justicia a esa “Banda”. Dice Brum que en Brasil “ya no se trata de izquierdas o derechas, sino de apología del delito e incitación a la violencia”, y de imponer el odio por encima de la justicia. Bolsonaro y sus “ceritos” están involucrados en tremendos escándalos, que bien pueden llevarlos ante la justicia, así como han ido allí Lula y Rousseff, caso en que la Justicia logre resistir los embates y turbulencias del antipresidente, que parece dispuesto a hacer sucumbir las instituciones democráticas que Brasil ha construido con tanto esfuerzo en las últimas décadas.
En nuestro contexto, preocupa que a nuestro presidente –que solo parece gobernar cada vez para menos colombianos- comience a ser llamado subpresidente –Bejarano, El Espectador- en vista de su incapacidad para tener agenda propia, y estar sometido a las necesidades del presidente de facto, el senador Uribe. Para Bejarano, el subpresidente se muestra incapaz de cumplir sus propias promesas electorales, así como la de honrar el compromiso de Estado más importante del último siglo, como es el firmado con las Farc, para poner fin a un conflicto político armado de más de 50 años. Pero los problemas de Colombia van mucho más allá de incumplir el proceso de paz, puesto que un gobierno errático y sin brújula propia amenaza con conducirnos de nuevo por la selva oscura de la inviabilidad como país decente, digno y justo.
