martes 27 de diciembre de 2022 - 12:00 AM

Palabras inútiles

Los lectores impenitentes y desocupados también hacemos balance de qué libros hemos leído durante el año, y también de los que nos hubiera gustado leer y hacen cola, compitiendo con los nuevos que llegarán en este 2023. Hay una lucha feroz y angustiante —son muestra esperanza de vida—, y con frecuencia muchos quedan sepultados por el olvido o por la falta de tiempo. Nos recomiendan, entonces, que hagamos cursos de lectura rápida, pero a mí me parecen abominables y no se los recomiendo a nadie. Un buen lector —porque de eso se trata— es como un buen comensal: degusta y no se atraganta. La buena lectura y el buen lector no pueden sino leer despacio, digerir, gozar sin indigestarse. Ir con rapidez es como recorrer un museo —cualquiera— como el Louvre o el Prado, corriendo por sus salas, y al final comprar una camiseta en la tienda. Es absurdo, pero así es la industria turística .

La lectura rápida es pasiva, algo se recuerda y no desierta el intelecto, lo obnubila y es amiga de la desmemoria. La lectura activa se degusta, es selectiva y es guía que determina nuestra existencia. Lo que se dice de la lectura rápida es válido paran la escritura, y es posible hacerla con ayuda de la inteligencia artificial, incluso sin que usted sepa nada de lo que escribe. El problema es, entonces, no cuánto leer al día o al año, sino qué leer, una lectura que permita establecer una relación entre el texto, el escritor y el lector. Se requiere formación, trabajo, disciplina y buenas lecturas. Es el verdadero trabajo de profesores y padres de familia, o los amigos. El buen lector casi nunca se equivoca al elegir qué leer, es una extraña y misteriosa habilidad que se adquiera con la práctica cotidiana; ser capaz de elegir textos de excelente calidad, aunque no sepamos nada —o muy poco— de sus autores. Por supuesto, el entorno y el ambiente social en que nos movemos es fundamental.

Post scriptum. Este año me conmovieron títulos como “M”, de Antonio Scurati; “Las noches de la peste”, de Pamuk, o “La belleza y el terror”, de Catherine Fletcher.

eruedas41@gmail.com

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