Con el sol a sus espaldas, con el desprestigio por haberse transformado nada más que en un grupo violento, sin la posibilidad...
Palabras inútiles
Una cosa es Londres y otra Bogotá; la realeza de la casa Windsor o la familia presidencial Petro. En la casa Windsor pasa de todo, y pareciera que los escándalos familiares ya fueran una marca del Reino Unido y toda su parafernalia de tabloides amarillos y morbosos implacables. Los primeros ministros son cambiables según las circunstancias políticas, pero el rey o la reina siguen campantes, y además ya no estamos en las épocas de las tragedias de Shakespeare. Nuestra enclenque república democrática que quiere regirse por un Estado Social de Derecho es muy vulnerable, aunque los presidentes permanecen sin importar los escándalos. Podemos —solo— ver lo ocurrido con los últimos gobiernos de Uribe, Santos, Duque; y ahora se estrena Petro. Total, Petro cumplirá su período, así los escándalos familiares lleguen hasta donde tienen que llegar: la justicia o la impunidad. El juego es, además, tapar escándalo tras escándalo, en una espiral infinita.
Otra cosa son las consecuencias políticas, no para el Estado, ni siquiera para el gobierno, sino para la sociedad colombiana, tanto en lo interno como en lo externo, pues se trata de echar a pique una oportunidad única —hasta ahora— de lograr grandes transformaciones sociales, políticas y económicas. El panorama actual es negro y preocupante, y la amenaza de populismo autoritario es embrujador. La mejor descripción de la turbulencia actual la hace Enrique Santos Calderón en la revista Cambio: “Su insólita solicitud —de Petro— a la Fiscalía de investigar a su hermano y a su hijo, la súbita remoción de tres ministros, la creciente oposición a la reforma a la salud, la caída de su pretensión de asumir las funciones de la CREG, la crisis de orden público en el Cagúan, el duro ataque del fiscal al comisionado de Paz, la decisión unánime de la Corte Constitucional sobre su potestad para suspender leyes en curso (...) y el jalón de orejas de Washington sobre los narcocultivos, conforman una cadena de hechos perturbadores y complicados para el gobierno.” Un escándalo se puede tapar con otro peor, siempre ocurre, pero otra cosa es el destino del país.
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