Publicidad

opinion/columnistas/felipe zarruk
Domingo 13 de junio de 2021 - 12:00 PM

Cuando las canchitas eran templos

Compartir
Imprimir
Comentarios

Los sábados en la mañana a eso de las 10 salía de mi casa junto a René y Pipo Di Marco, mi hermano Robert y ‘Cuto’ Barragán a inflar los balones de cuero color café en El Tensor, lugar ubicado en la carrera 33 entre calles 33 y 34 frente a la plaza de mercado Guarín. Era un garaje de espacio muy reducido en donde despinchaban bicicletas a bajo costo. Al regreso una gaseosa en el Almacén Leo y a almorzar se dijo porque en la tarde había clásico contra el equipo de Alberto Guaracao y su combo, cuya sede natural era el hueco que había entre las calles 51 y 52 cercada por las carreras 35 y 35 A. Para más señas quedaba en donde hoy en día está la tercera etapa del centro comercial Cabecera al lado del desaparecido LEY. Era la época en donde se ‘casaban’ los partidos, se apostaba la gaseosa y hasta amenazas de trompadas se cruzaban de cuadra a cuadra. Era algo común en todos los barrios de nuestra ciudad, o quien va a negar que los sábados en la tarde aparte de los partidos que se programaban por parte de la Liga Santandereana de Fútbol en la Marte, la Gómez Niño, la de Campo Hermoso, la Victoria, la Tebas para citar solo algunas. El atractivo también se centraba en las canchas de la Concha Acústica, las Américas, para presenciar un clásico entre Albania y el Álvarez, entre San Pío y los arriba mencionados, ir a la cancha del barrio Conucos para ver un Conucos-Las Mercedes, o desplazarse a la cancha de Terrazas para enfrentar a ese equipazo en medio de tantas cañas de Bambú. Había que tener talento para jugar, no bastaba con ser el dueño del balón, allí se jugaba y también se daba. “¡Era fútbol para guapos!” como lo afirma ‘Guayaba’ Gómez uno de los baluartes del gran equipo de Conucos. A la una y media de la tarde salíamos con nuestra camiseta blanca con números negros –el mío era el 11-y la pantaloneta roja de tela que nos identificaba. Había que salir en silencio para no despertar a los papás que a esa hora dormían la siesta. Si hacíamos ruido corríamos el riesgo de no ir a la cita pactada. Llegábamos a la casa de los Barragán y junto a Cuto, Kike, ‘Gorilo’ y Eduardo Villarreal, ‘Gular’ Nieto, Jorge y ‘Bombi’ Arias, Cristian Camargo, Fernando Gómez, Nando González, Alex Vilander, Bernardo Melo, el ‘Ciego’ Gerardo Navarro, Jaime Barón, Milton y Jhon Salazar, Juancho Villar, los hermanos Ruiz, ‘Monona’, Martín y ‘Nanote’ De Castro, ‘Fico’, ‘Mayito’ Meneses, Gilberto Esteban, los Di Marco, Ricardo, Luis Carlos y Augusto Manjarres. Del otro lado estaban Tico y Ricard Galvis, Carlos Mario Pinilla, Taito Santamaría, los hermanos Julio, Alejo y ‘Picard’, Lucho y ‘Chencho’ Vesga, el capitán de ellos era el ‘Negro’ Guaracao y a veces tenían refuerzos de lujo como los hermanos Nieto, Eudes y Juan Pablo y también de Miguel Ángel Pedraza y Llelio Rodríguez. Era fútbol con lujos, de cracks de barriada pura, con túneles y gambetas, chilenas, 11 contra 11, equipos conformados por amigos, por hermanos llenos de lealtad, de palabra, sin trampas, sin árbitro, con reglamentos pactados antes de empezar el partido, con alegatos y hasta puños, pero nunca llegando al límite de convertir un ‘clásico’ de los sábados en una batalla campal. Era de hacer el último gol para ganar y alzar la gaseosa de manera victoriosa como quien levanta la Champions. Ir a esas canchas era como visitar por primera vez el Centenario o Wembley. No había vestuarios, teníamos que ir cambiados, las canchas de arena amarilla se reflejaban en nuestro cuerpo al final del partido. Cómo olvidar aquella tarde en la que el partido estaba empatado y cuando ya los murciélagos se despertaban para iniciar su cacería y las chicharras anunciaban que se iban a dormir, un saque de René Di Marco cayó en los pies de nuestro capitán ‘Bombi’ Arias, quien eludiendo a dos rivales tiró el centro y por toda la mitad del área llegaba ‘Gular’ Nieto quien si no se pareció a Johan Cruyff estuvo cerca y al ver el globito que tiró ‘Bombi’ se lanzó hacia adelante como si fuera a meter el cabezazo de ‘palomita’ y con el taco la clavó a todo el ángulo de los rivales. Lo más lindo del gol que se celebró con el alma bajo los gallinerales del parque sembrados por doña Elisa Sánchez de Carreño la abuela de ‘Bombi’. Pero lo más espectacular fue que mientras ‘Gular’ anotaba el gol de la victoria, en su mano sostenía un helado de cono que acababa de comprar. Fútbol puro, puro fútbol...¡cuando las canchitas eran templos!. Nostálgico abrazo a todos y dedicada a quienes ya se fueron, chao y hasta la próxima.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad