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Viernes 29 de noviembre de 2019 - 12:00 PM

Oclocracia, la degeneración de la democracia

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La política girará un buen tiempo alrededor del paro del 21 de noviembre, una puja de poderes por imponer en la agenda del Gobierno las supuestas interpretaciones de la protesta. En las principales ciudades las pasadas elecciones fueron un campanazo a quienes creen todavía que en Colombia, como la frase lampedusiana italiana, “cambiar todo para que nada cambie” y parece que eso no seguirá sucediendo.

Vimos miles de ciudadanos protestando, ejerciendo su legítimo derecho democrático, pero en lo concreto, nadie participa. Me refiero al proyecto que, a juicio de expertos, es el más importante para Santander: Una vía moderna, rápida, segura y sin problemas entre Bucaramanga y Barrancabermeja, que beneficia a todos.

Sin embargo, el problema geotécnico de los coluviones ha convertido algunos tramos de la vía en zona inestable que, desde hace medio siglo, periódicamente paralizan el tránsito. Controlarlos ha sido imposible y lo obvio es evitarlos, desviando la vía. Sin embargo, el pasado domingo 24 en Lebrija, después de cientos de estudios y conceptos, el concesionario de la Agencia Nacional de Infraestructura-ANI, presentó ante el ANLA, en Audiencia Pública, el nuevo trazado de los últimos 12 kilómetros de vía (Lisboa – Lebrija), que además de reducir los costos, en $ 100 mil millones y en 3 kilómetros el trayecto, logra evitar circular por los coluviones. Algunos vecinos, dueños de fincas y negocios, que se sienten afectados y que no aceptan lo mejor para el bien común, se oponen a la vía y llegaron en multitud a la Audiencia, “cargados de tigre” y respaldados por la senadora Aída Abella. En contraste, los defensores de la modificación técnica no fueron respaldados por ningún congresista santandereano, ni la Sociedad de Ingenieros, ni el Comité de Gremios. Nadie de quienes suelen tomarse la vocería regional.

Por eso título mi columna “oclocracia”, porque temo que con las manifestaciones y audiencias públicas, vamos en camino del peor de los sistemas políticos, cuando las decisiones no las toma el pueblo sino la muchedumbre. Los evangelios nos lo recuerdan con el juicio a Barrabás y Jesús.

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