Nuestros deportistas merecen un aplauso cerrado por su presentación en los Juegos Nacionales y todos los torneos a los que asisten, porque logran vencer a sus rivales en las pistas de competición, y también la irresponsabilidad e incompetencia de nuestra dirigencia.
Gisela Ruiseco Galvis
El decrecimiento o enfrentando la inercia
“Todo era para siempre, hasta que ya no fue”, reza el título de un libro sobre la caída de la Unión Soviética. Los sistemas humanos parecen sólidos y todo brusco evento histórico parece improbable hasta que sucede. Gajes de nuestras mentes que facilitan, tal vez, vivir, pero no contribuyen a que seamos previsivos. Hace falta una niña como Greta Thunberg –búsquenla y maravíllense ante su claridad– para enfrentarnos a esta inercia. Su síndrome de Asperger le permite un dogmatismo necesario (como apunta el filósofo Slavoj Žižek) para lidiar con crisis como la medioambiental de hoy. Ella es tajante: llama a actuar, no hay tiempo de conversarlo.
Llego a sorprenderme cuando veo que, en sociedades que deberían llamarse sobredesarrolladas más que desarrolladas, se sigue hablando del crecimiento económico como necesario y deseable pese a que para continuar con nuestro consumo global actual, tendríamos que tener varios planetas a nuestra disposición. Y no se trata tanto de superpoblación, creencia generalizada, sino de formas de vida: según Oxfam, las emisiones de carbono del 1 % más rico son 30 veces mayores que las de 50 % más pobre.
En efecto, y hablando de dogmas, uno de los más arraigados hoy es que las economías deben crecer sin límite; un completo absurdo.
Hace casi 50 años (en 1972) que El Club de Roma emitió un reporte (encargado a investigadores de MIT): “Los límites del crecimiento”. El mensaje era, por lo demás de acuerdo con afirmaciones de algunos fundadores del capitalismo como Adam Smith: la economía no puede crecer indefinidamente. Esta idea puede desembocar en pánico, pues la asociamos a una depresión económica. Esto es inevitable si dejamos que suceda, pero no lo es si se trata de un proceso estudiado, controlado.
Por lo menos esto dicen los estudiosos del movimiento del decrecimiento, como Serge Latouche, o de la economía ecológica, como Joan Martínez Alier.
Escuchemos a Greta. No podemos seguir rodando hacia el abismo solo porque puede ser peligroso virar. Hay alternativas.