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opinion/columnistas/gisela ruiseco-galvis
Sábado 17 de noviembre de 2018 - 12:00 PM

Estatus, educación y otras curiosidades

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gruisecog@yahoo.com

El estatus social que otorgamos a las diferentes profesiones varía en distintas sociedades y épocas. Una nota histórica da ejemplo de ello: Santiago Castro-Gómez (en ‘La Hybris del Punto Cero’) señala que, en tiempos de la Nueva Granada, los estudios propios de aristócratas eran las humanidades, mientras la medicina no gozaba de mucho estatus. Resulta que, como para entrar a la universidad había que demostrar un necesario grado de “blancura” (¡!) y los pocos privilegiados preferían dedicarse a carreras de mayor prestigio, ¡había una gravísima falta de médicos! Los “pardos”, no importa cuán talentosos fueran, enfrentaban enormes dificultades para ejercer las artes curativas y eran tolerados por necesidad. El ridículo de esta situación solo se ve en perspectiva histórica.

Hoy se le tendría que dar mucha importancia a la educación pues, en teoría, basamos nuestra identidad nacional en los valores de la Ilustración. Pero no parece ser así. Esto se ve reflejado en la posición social que tienen los educadores en Colombia, no demasiado alta. Incluso, se desvalora a los profesores universitarios, considerando que solo están ahí, porque no lograron insertarse en el sector privado. Como contraste, en China los educadores tienen un estatus similar al de los médicos, mientras en Austria los profesores universitarios tienen un estatus tan alto, que los títulos de doctores (o sea, referentes a un doctorado universitario) de facto suplantan a los nobiliarios, allí derogados. No hay que confundir esto con la “doctoritis” colombiana, curiosidad cultural que no tiene que ver con una vida dedicada al saber.

La educación es un poderoso instrumento para posibilitar la movilidad social, pero tampoco parece dársele mucha importancia a esta última en un país con fundamentos históricos en un sistema de apartheid, como vimos. Y aunque en Colombia tenemos excelentes universidades públicas de las que podemos estar orgullosos, nos dicen que no tenemos el dinero para costearlas. Pero no podemos prescindir de ellas, se trata de establecer prioridades y también de corregir injusticias históricas.

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