Habla Caterine Ibarguen: “Me exigen el primer lugar e ignoran que ser subcampeón mundial es un gran logro, no saben cómo se llega a ese puesto.
Perder no es simplemente quedar segunda o tercera, para mí es no sentirte bien contigo misma en la pista.
No importa si soy quinta o sexta, lo que cuenta es la satisfacción de que hice las cosas de buena manera.
Después de ganar en Olímpicos y en otros eventos llegué muy cansada al 2017. Ahora estoy súper bien, con una mejor actitud.
Tengo energía y sólo cuando deje de amar lo que hago me retiraré tranquila. El deseo de ganar me permitió seguir en pie
Voy firme hacia Tokio-2020, que es el compromiso con el país, mi familia y conmigo misma”.
La cubana Regla Sandrino la dirigió de joven y dice: “Caterine lleva un tigre por dentro, y cuando se despierta no hay quién la detenga”.
Es motivador y ejemplarizante lo que esta gran campeona declara. Es todo un ejemplo de vida.
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Buen número de personas despiertan y de una vez activan el piloto automático para todo el día. Laboran y deambulan de acá como robots para allá sin conciencia, sin corazón y sin sensibilidad. El hacer y el tener los hipnotizan, su ser anda apagado o congelado y del amor saben muy poco.
Pasan al lado de la vida y en su trajinar ignoran que lo más importante de la vida es la vida misma.
Entonces el destino los sacude y una tragedia o un golpe llegan para despertarlos y recordarles qué es lo valioso.
Casi siempre con el dolor como maestro eligen cambiar y darle prioridad al amor y a la paz interior.
Claro que no todos toman conciencia y algunos vuelven a una vida de azares, vértigo y consumo.
Siéntate en un lugar de la ciudad y te será fácil distinguir a los pocos seres conscientes y a los que andan en automático.