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Viernes 30 de noviembre de 2018 - 12:00 PM

Saludo a la bandera

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Cuando estudiaba en la Universidad Libre de Bogotá, mi profesor de Derecho Internacional era el Doctor Diego Uribe Vargas, excelente jurista y destacado humanista, nos hablaba con entusiasmo de la importancia que tenía la Organización de Estados Americanos, OEA. Nosotros, rebeldes estudiantes de la época, considerábamos que esa institución sería inútil. Han pasado los años y hemos visto con tristeza por un lado y entusiasmo nostálgico por otro que la organización en cuestión sirve para unir países y sancionar otros, pero sin resultados tangibles. Es un saludo a la bandera. No sé que piense hoy mi profesor Uribe en su ancianidad creativa. Hoy vemos con preocupación los problemas tan graves que acosan a Latinoamérica. Pero antes de cualquier análisis hay que destacar algo que termina siendo bochornoso, la empresa Odebrecht del Brasil ha realizado contratos leoninos con la mayoría de los países. Esto demuestra algo muy grave como es la debilidad de los Estados y el corolario de esto es que la famosa empresa brasileña está ofreciendo su técnica para corregir los errores de ingeniería y los hechos de corrupción. Los organismos internacionales no han podido hacer nada. Y por otro lado en varios países las migraciones están a la orden del día. De Venezuela huyen las personas, porque los ambiciosos programas de Chávez fueron un rotundo fracaso. No entendieron que Stalin industrializó a Rusia a tiros, pero la industrializó. Chávez y Maduro acabaron con la economía y las familias de inmigrantes recorren nuestros páramos y cañadas en busca de una oportunidad internacional. Mi viejo profesor de Derecho Internacional debe estar sufriendo porque ningún organismo internacional, ni la OEA, ha hecho algo que corrija la sinrazón de un Estado americano. Y para completar el panorama, en Centroamérica hondureños y guatemaltecos cruzan las fronteras para ir a México y poder pasar a Estados Unidos. Y en Nicaragua, la familia gobernante, como en la época de Luis XIV, se enseñorea en el poder y tiene como único norte ampliar sus fronteras a costa de Colombia. Yo creo que desde el averno el dictador Somoza debe estar muriendo de la risa. Y en medio de todo de este desbarajuste, tampoco aparece la ONU, que observa con tristeza y ansiedad solamente cómo los africanos migran a Europa. En muchas cosas nos equivocamos los estudiantes de la década del sesenta, pero en que las organizaciones internacionales son casi inútiles teníamos la razón.

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