Para seleccionar algunos de los hechos más destacados ocurridos en el país en el año que terminó, es muy complejo hacerlo en una corta columna de opinión por la cantidad de sucesos relevantes de toda índole: buenos y malos. Entre lo positivo, hay que resaltar para nuestro sistema democrático -con todas las fallas que puede tener- la realización de unas elecciones presidenciales cuyos resultados fueron aceptados por ganadores y perdedores. También la conformación de varias fuerzas y partidos de oposición que se encarguen de realizar un control político serio, necesario y oportuno.
Muy importante también el propósito superior del nuevo gobierno y de la oposición, de combatir la corrupción por todos los medios posibles. Lamentablemente, como cáncer terminal ha hecho metástasis en todas las ramas del poder público y en todos los niveles del mismo. Se confía en que instituciones como la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría, realicen una labor efectiva, complementada con la de los medios de comunicación que investigan y destapan irregularidades. Que se sepa que estamos en un “mundo híperconectado e hipertransparente”, donde lo incorrecto que se haga, tarde o temprano se sabrá.
Hechos malos. En lo ambiental, la vergonzosa y catastrófica deforestación que está acabando con el capital natural más valioso del país, regulador del clima y generador del agua: sus bosques y sus selvas, con su invaluable diversidad biológica de fauna y flora.
Muy lamentable también, los centenares de quemados con pólvora por violación del Código de Policía, más la creciente incultura ciudadana traducida en intolerancia, peleas, agresiones y homicidios. En Navidad, más de 20.000 peleas en el país con más de 2.000 en el Área Metropolitana de Bucaramanga. En el transcurso del año, súmese la asqueante violencia contra mujeres y niños, en sus más repudiables modalidades.
Mucho por hacer, corregir y castigar. Se espera más efectividad y menos impunidad.
