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Hortensia Galvis Ramírez
Viernes 05 de julio de 2019 - 12:00 PM

Economía circular

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Cuando la vida útil de un producto termina, su materia prima se reutiliza para convertirla en algo nuevo. En eso consiste la “Economía Circular”, que es ahora nuestra única opción para dejar un planeta habitable para nuestros descendientes.

En Finlandia, ya el Gobierno la ha adoptado como su política estatal y las autoridades de la ciudad de Londres están copiando el modelo finlandés, con la esperanza de alcanzar pronto el anhelado punto de “cero desperdicios”. En Bucaramanga, la Alcaldía quería implementar una tecnología moderna que transforma la basura en energía. Desgraciadamente tan necesario proyecto se diluyó en oscuras peleas y politiquería. La Economía Circular requiere varios frentes: 1) recoger los materiales reciclables, tarea que concierne a cada ciudadano responsable. 2) Tomar medidas para desbancar a la desaforada sociedad de consumo: silenciando el último grito de la moda y amordazando el excesivo mercadeo, que nos programa inconscientemente para comprar lo que no necesitamos. 3) La industria también tiene arte y parte en esta demencia colectiva de comprar y desechar. Los electrodomésticos, por ejemplo, no duran sino hasta la fecha en que expira la garantía, además no se fabrican repuestos para repararlos.

Ya existen algunas empresas globales que han hecho el cambio y merecen el título de “Amigas del Medio Ambiente”. Entre ellas: 1) Ikea, el mayor productor de muebles del mundo, que, entre otras políticas ecológicas, usa madera procedente de bosques sostenibles y textiles biológicos. 2) Panasonic: cuyos productos no dejan secuelas dañinas en la naturaleza 3) IBM: premiada como la mejor productora de energía eficiente. 4) Nike: la empresa más destacada en la producción de ropa y zapatos bio-sostenibles.

Los cementerios también comienzan a mostrar una nueva cara: en vez honrar a los difuntos con avenidas de lápidas inertes, ahora los parientes y allegados son invitados a sembrar un árbol y abonarlo con las cenizas del ser amado. Así en nuestra última morada nos integramos a la vida de un precioso bosque, en vez de permanecer encajonados y encementados en la podredumbre de la muerte.

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