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opinion/columnistas/hortensia galvis-ramirez
Viernes 24 de septiembre de 2021 - 12:00 PM

El derecho a equivocarse

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Mi maestro Gerardo Schmedling decía: “el proceso de evolución de un hombre consiste en pasar de la inocencia e ignorancia a la sabiduría y la única forma efectiva de hacerlo es por error y acierto. Tenemos derecho a cometer errores, en eso consiste nuestro libre albedrío. Al equivocarnos vamos descubriendo las leyes del universo y aprendemos a fluir con ellas. Nadie hace a propósito las cosas mal, si nos equivocamos es porque ignoramos cómo hacerlo mejor. Cuando obtenemos resultados indeseables, esa es la verificación de que cometimos algún error, que nos llevará a buscar otras opciones. Así, paso a paso progresamos en el camino de la sabiduría”.

Sin embargo siempre se nos ha negado ese derecho de aprender por error y acierto, y al error lo han condenado y satanizado como “pecado”. Como resultado llevamos doce mil años repitiendo las mismas faltas y no hemos podido continuar con nuestro proceso de evolución. Con el agravante de que cuando condenan al otro le implantan la creencia de que es culpable y por Ley de Correspondencia esa creencia le atraerá un castigo. Dice Gerardo “no se sientan mal si se equivocan, valoren lo que hayan aprendido y repitan: la próxima vez lo haré mejor, luego sigan adelante”.

Enfermedades, desastres económicos, accidentes, etc., no son castigos de Dios, todas esas experiencias hacen parte de la pedagogía que debemos aceptar y valorar por las enseñanzas que nos dejan. Lo que otros llaman Karma tampoco significa castigo, es solamente una asignatura puntual que ha quedado pendiente y que tenemos que validar. Con las relaciones que llamamos difíciles adquirimos: aceptación, paciencia, respeto y tolerancia. Para enseñarnos habrá una persona cercana, a la que llamaremos “entrenador de turno” que se especializará en hacer todo lo que pueda disgustarnos. Así tendremos la ocasión de practicar lo que es el amor incondicional.

El universo no plantea ni culpas, ni juicios, ni deudas, ni castigos. Dios jamás se ofende. El es pura consciencia con amor incondicional por todos sus hijos y en ese amor no caben venganzas.

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