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Hortensia Galvis Ramírez
Viernes 23 de abril de 2021 - 12:00 PM

El escudo que nos protege

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Muchos países ricos han construido costosísimos túneles que contienen todo lo necesario para la supervivencia, en caso de una supuesta apocalipsis. Pero han estado mal informados, la preparación para un salto dimensional no se hace en el ámbito de lo físico, sino que consiste en irse adaptando a las elevadas frecuencias de energía que penetran la materia y la transforman. La Tierra tiene que acomodar sus aguas y continentes a una nueva configuración y lo hace pausadamente acoplándose a la nueva vibración. ¿Lo hacemos nosotros? O... ¿pretendemos que las cosas vuelvan a ser como eran?

El reconocido líder espiritual Drunvalo Melchisedek dice: “Lo único que necesitamos hacer es conectar nuestro corazón con el corazón de la Tierra enviándole amor y recibiendo su fuerza (magnética). Ella es un ser vivo poderoso y es nuestra madre. Igualmente, desde el corazón nos conectamos con nuestro padre sol enviándole nuestro amor y con gratitud recibimos su energía (eléctrica). Unidas estas dos fuerzas creamos una frecuencia especial que nos sirve de escudo para que nada pueda dañarnos”.

La nueva frecuencia no se ha estabilizado aún, por eso hay que ajustarla diariamente. Para sincronizarnos con ella nos conectamos primero con la Tierra: descalzos sobre su superficie inhalamos imaginando que nuestros pies absorben su energía que nos trae seguridad, calma y sanación y exhalamos enviándole amor y gratitud a su núcleo-corazón. Luego, dirigimos nuestra atención al centro galáctico e invocamos su Luz: inhalamos visualizando como una nube de luz de color blanco desciende y envuelve nuestra aura, sellándola con Luz dorada. Exhalamos con profunda gratitud enviando nuestro amor a esa Fuente de Vida.

Convirtámonos en guardianes de nuestra frecuencia, vivamos enfocados en la guía interna de nuestro corazón, y consideremos los sucesos exteriores como una obra de teatro, cuyo guion no nos corresponde cambiar. Evitemos “mirar atrás”, no porque nos convirtamos en estatuas de sal, sino porque recapitular experiencias dolorosas bajan nuestra frecuencia. Nuestro tiempo es ahora y desde el ahora soñamos el futuro perfecto que tanto anhelamos, así ayudamos a crearlo.

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