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Hortensia Galvis Ramírez
Viernes 13 de agosto de 2021 - 12:00 PM

El verdadero rostro de Jesús

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Recientemente el Vaticano autorizó la apertura de una carta oficial enviada por Poncio Pilato al césar Tiberio, que contiene una descripción muy viva de Jesús de Nazareth. Este documento tiene un valor incalculable porque es el único legado que describe la verdadera apariencia del Maestro, narrada por un desprevenido testigo presencial.

“Cierto día observé en un grupo de personas a un hombre joven, que apoyado en el tronco de un árbol hablaba tranquilamente a la multitud que le rodeaba. Se me dijo que era Jesús. Esto podría haberlo supuesto fácilmente, por la gran diferencia que había entre Él y aquellos que le escuchaban. Su pelo y barba rubios y su tez clara le conferían un aspecto celestial. Parecía tener unos 30 años. Nunca antes había visto una faz mas amable o simpática...

Más tarde le pedí una entrevista... Cuando el Nazareno apareció... en su presencia sentí un profundo respeto. Le dije que Él y su personalidad estaban rodeados de una contagiosa sencillez que le situaban por encima de los filósofos y maestros de su tiempo... Me causó una honda impresión debido a su amabilidad, sencillez, humildad y amor”.

Saltemos al año 1198, cuando Lotario, conde de Segni, a la edad de 37 años fue consagrado papa con el nombre de Inocencio III. Él consideró que su misión más importante era unificar la cristiandad y comenzó por disponer: “Habrá que ir creando una imagen única de Cristo. No es posible aspirar a la unidad, si cada grupo de fieles adora a un Redentor distinto”. Inocencio III se consideraba a sí mismo el representante de Jesucristo en la Tierra, por ello pareció normal cuando “tomaron su imagen como referencia, para crear la figura oficial de Cristo. Algunos cambios fueron necesarios: aumentaron su estatura, para hacerlo más etéreo, achicaron sus orejas y cambiaron su inclemente mirada por otra lánguida y misericordiosa”. ¡Así se inmortalizó el supuesto rostro de Jesús de cara larga y pelo negro que todos conocemos! (Tomado de la biografía: “El sueño de Inocencio” de Gerardo Laveaga).

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