Desde hace mucho tiempo el mundo ha estado gobernado por los señores de la oscuridad, que han hecho de los jefes de estado sus lacayos. Su agrupación se conoce como: “Estado Profundo”, “Cabal satánica” o “Iluminati” y conforma una pirámide de poder con 300 miembros escogidos entre: multimillonarios, familias nobles, corporaciones financieras y bancarias. Buscan incentivar la globalización que les facilitaría la imposición del “nuevo orden mundial” (léase: control y dictadura total).
Quisiéramos que el presidente de los EEUU fuera un caballero de exquisitos modales, pero para demoler las murallas de los amos del mundo se necesita es un rudo buldócer humano, como Trump. El nunca perteneció al “estado profundo”, no es un ejemplo para nadie, pero ofrece una propuesta válida: “hay que limpiar este pantano”. Los resultados obtenidos hablan por sí solos: investigaciones dirigidas desde el pentágono llevaron a desenmascarar la red mundial de pederastas satánicos, cuyos tentáculos abrazaban hasta el vaticano. Recientemente los marines americanos hallaron cavernas subterráneas en California donde encontraron cámaras de tortura y 2.100 niños, esclavos sexuales, que sobrevivían enjaulados en condiciones infrahumanas. Afortunadamente pudieron liberarlos.
Al día de hoy la administración Trump ha logrado reunir suficiente evidencia para enjuiciar legal y públicamente a todos los miembros del “estado profundo”, culpables de crímenes atroces. Además pretende sacar a la luz mucha información oculta y tecnologías suprimidas que nos beneficiarían a todos. “Ese será mi legado” afirma Trump. ¿Tendremos acceso a la energía libre?, ¿recibiremos la cura contra el cáncer? ¿se revelará la verdad sobre las visitas de extraterrestres?
“El gobierno profundo” está ahora en estado de pánico y busca con urgencia destituir o asesinar al presidente. Pero Trump tiene aliados: los llamados “patriotas”, los “sombreros blancos”, reservistas y veteranos retirados, y además el respaldo del ejército y la marina, que respetan la constitución y defienden al presidente elegido legítimamente. Según pronósticos Trump tiene el 80% de probabilidades de ganar. Si así fuera, su triunfo significaría nuestra liberación y un cambio favorable de paradigma.
