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Hortensia Galvis Ramírez
Viernes 19 de agosto de 2022 - 12:00 PM

Investiguemos las creencias

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Con solo implantar creencias en el subconsciente de un niño menor de siete años puede programarse lo que será su vida. Entonces vale la pena revisar esas creencias porque, si son negativas, causarán mucha confusión y ansiedad. Apenas abrimos los ojos a la vida cuando nos asignan el calificativo de “pecador”, que siembra en nosotros esa culpabilidad que nos tortura hasta el momento de la muerte. Y la refuerzan con un ritual llamado bautismo, que incluye un exorcismo para sacarnos los supuestos demonios. Afortunadamente es posible transformar esas creencias introduciendo al inconsciente la información opuesta, y eso haremos hoy.

Según mi maestro Gerardo Schmedling: lo que llaman “pecado” es el mejor método de aprendizaje que nos ha dejado el Creador. Tenemos que meter el dedo en la llama para quemarnos y saber que duele, porque nadie aprende con la experiencia ajena. Un niño se cae innumerables veces antes de poder caminar, igualmente nosotros también aprendemos repitiendo errores, hasta el día el día en que descubrimos como hacer las cosas bien”. Al demonizar los llamados “pecados”, se malogra ese aprendizaje cambiándolo por un ciclo donde al error sigue la culpa y esta atrae su correspondiente castigo. ¿Crees que eres culpable? prepárate para recibir: fracasos, problemas emocionales o de salud, que usualmente atribuyes a tu mala suerte. Dice el Maestro Schmedling “Dios jamás se ofende, ni tampoco juzga, o castiga”, pero hay muchos que lo confunden con “el coco” que asusta a los infantes, e imitan esa estrategia sembrando miedo para cosechar dominio y obediencia.

El dolor y el sufrimiento nunca nos acercan a Dios, ni la santidad consiste en mortificarse y convertirse en mártir. Por el contrario, el dolor baja nuestra energía y es, en esa oscuridad del alma, donde se engendra el odio hacia sí mismos y hacia los demás. Lo correcto es que después de cometer un error afirmen: “la próxima vez lo haré mejor” y sigan adelante. Logramos acercarnos más a Dios cuando somos felices y nuestro corazón reboza de amor, gratitud y paz”.

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