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opinion/columnistas/hortensia galvis-ramirez
Viernes 03 de marzo de 2023 - 12:00 PM

La alborada de la Era de Acuario

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Con su rotación la Tierra crea la duración de un día y un año. Pero existe un tercer ciclo llamado “el Gran Año”, en el que nuestro sistema solar completa una órbita de 26.000 años alrededor de Alcione, la estrella central de la constelación de las Pléyades. En este recorrido también hay noche y día, dependiendo de si estamos de espaldas al centro galáctico, o justo frente a él, como lo estamos ahora. Por eso progresivamente se están elevando las frecuencias de Luz, y pronto comenzará para el planeta a una nueva “Edad de Oro”. Mientras la Tierra está tratando de borrar su antigua y obsoleta configuración, el humano gradualmente se adapta a esa vibración, que será la que active en él su patrón genético original, cuando la frecuencia de 40 hercios lo eleve al siguiente escalón vibratorio y sea transfigurado en humano galáctico. Esto significa recuperar el estado de gracia y los talentos que perdimos cuando fuimos expulsados del paraíso.

Ahora la necesidad es limpiarnos. La Tierra asume la limpieza de la consciencia global usando sus elementos: agua, que lava con lluvias torrenciales e inundaciones; aire, con enfurecidos tornados y ciclones; y el fuego de los volcanes que incinera rabia, odio y violencia. Esto ocurre principalmente en el hemisferio norte, mientras el hemisferio sur se encuentra en remodelación: un continente, Zelandia, emerge expandiendo Nueva Zelanda y África se parte en dos segmentos separados por un mar.

Para limpiarse, el humano necesita perdonar, si desea ser perdonado. Pide al Altísimo que disuelva la energía negativa procedente de rencores por ofensas y transgresiones recibidas y los efectos secundarios del daño que causaste a otros. Siente que la Luz dorada borra tus traumas y dolores del pasado para sanar tu presente y deshace también todo vestigio de culpabilidad. Acepta la gracia de un nuevo comienzo y llena tu corazón de optimismo y felicidad expresando gratitud. Somos el hijo pródigo que retorna a su origen divino, dejando atrás las heridas profundas de la separación.

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