Publicidad

Hortensia Galvis Ramírez
Sábado 22 de diciembre de 2018 - 12:00 PM

Solsticios y Equinoccios

Compartir
Imprimir
Comentarios

Compartir

hgalvisram@yahoo.com

Desde tiempos prehistóricos toda la naturaleza ha venerado al sol, mensajero del Espíritu Creador y dador de luz y de vida. Las civilizaciones antiguas nos legaron monumentales construcciones religiosas, alineadas con las estaciones cíclicas de solsticios y equinoccios. En Egipto, la esfinge mira al sol naciente en el amanecer del equinoccio. Stonehenge y Machu Pichu se construyeron alineados con los solsticios. En la pirámide maya de Chichenitza, durante los equinoccios, la luz anima los cuerpos de dos serpientes que reptan hasta encontrarse con sus cabezas talladas en la base de la pirámide.

La celebración de solsticios y equinoccios tenía para las religiones antiguas un sentido de participación interior con la energía del planeta. En nuestra civilización moderna eso se ha perdido. Celebramos el nacimiento del niño Dios, cerca de la fecha del solsticio de invierno del hemisferio norte, a pesar de que hay evidencia de que Jesús nació a principios del otoño, entre los meses de septiembre y octubre. Ese cambio lo hicieron los jerarcas de la iglesia en la edad media, para asociarlo con la profunda simbología espiritual de ese solsticio: “tras los días más oscuros, viene el triunfo de la Luz sobre la oscuridad”. Por eso en esta época se festeja también el nacimiento del niño que traería la luz al mundo.

La iglesia hizo, además, otras sustituciones que hoy lamentamos profundamente: como suplantar cultos antiguos, irrespetando sus creencias y rituales. En el valle de Cholula, los mexicas habían construido 400 pirámides sagradas, sobre las cuales los católicos asentaron igual número de iglesias. En Cuzco, edificaron la iglesia católica de Santo Domingo justo encima del templo del sol (Qoricancha), el más sagrado de los incas.

El hombre moderno necesita recuperar su conexión con la madre Tierra y reencontrar la magia que ofrecen los solsticios y equinoccios, cuya función es recordarnos que existe un tiempo para sembrar y otro para cosechar, un tiempo para nacer y otro para morir, continuando la renovación de la vida con la semilla que germina.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad