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Isaí Fuentes Galván
Martes 19 de marzo de 2019 - 12:00 PM

La firmatitis

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La “firmatitis” no es una enfermedad de la piel humana, pero sí de la piel política y podría definirse como una especie de irritación cutánea (política) que se presenta cuando la piel (partido) roza contra ella misma, es decir, un problema de coherencia entre lo que quiere aparentar ser un candidato y lo que le significa haber militado en un partido.

Con la crisis de legitimidad de los partidos, que aquí comparo con la piel, algunos políticos profesionales han optado por cambiarse de piel, negar su militancia, sus amigos, lo que fueron y lo que son.

Para ello acuden al quirófano electoral del dermatólogo político que les recomienda “lanzar” su candidatura por firmas pretendiendo despojarse de una piel desgastada, la mayoría de las veces... podrida, pero ojo ciudadanos, que las cortesanas también se lavan muchas veces y no por ello se convierten en doncellas.

Lo que pretenden es hacerle fraude al elector despojándose de su piel de lobo para simular piel de cordero, meterse entre las cándidas ovejas, traer su jauría y devorárselas a todas.

Si en realidad quieren tomar distancia en un auténtico acto de contrición política (casos se han visto y a la gente hay que creerle) lo primero que deberían hacer es denunciar la corruptela de sus antiguos apoyos y camaradas.

De manera que no hay que tragarse entero esos “pastelazos alternativos” que ahora nos sirven a la mesa electoral con el cuentico de que representan a grupos de ciudadanos, cuando en realidad encarnan la más venenosa cicuta del clientelismo, el gamonalismo y la politiquería.

Es legítimo que cualquier ciudadano presente su candidatura por esa vía, la ley lo permite, lo reprochable es que pretendan meterle los dedos en la boca a los electores mostrándose como algo que no son. Arranquemos de ahí.

Es preferible un lobo contrito que no niegue su especie a otro lobo con piel de oveja recién convertida al puritanismo político, con “firmatitis” aguda en su alargado y puntiagudo hocico y unos colmillos largos y afilados que l@ delatan. ¡El chofer en la arrancada... dice el refranero popular!

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