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Isaí Fuentes Galván
Martes 10 de septiembre de 2019 - 12:00 PM

Morcillas..

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Álvaro Gómez Hurtado dijo alguna vez: “las encuestas son como las morcillas, son muy ricas, pero es mejor no saber cómo las hacen”.

Los que entienden de política saben que las encuestas sirven para inducir o desviar la opinión hacia o desde una candidatura, crear favoritos y generar tendencias, y por lo visto últimamente, para resucitar muertos y enterrar vivos, aprovechando aquella inclinación humana de apostarle al más fuerte.

En mi opinión eso parece ser lo que está ocurriendo con las últimas encuestas realizadas para medir la intención de voto de los bumangueses. Lo afirmo, porque desde un análisis de la dinámica electoral y política de la ciudad no existe explicación lógica alguna para las bruscas variaciones que se dan entre una y otra, en razón de que no están precedidas por hechos o acontecimientos políticos relevantes que pudieran explicar esas variaciones, lo cual es un indicio de que podrían estar siendo utilizadas con fines electorales para desmoralizar a los que van bien y envalentonar a los que van mal.

Las reglas de la experiencia reciente indican que las encuestas no son un criterio fiable y racional –por lo menos- para decidir el voto, usualmente fallan prediciendo, pero coyunturalmente logran su objetivo: moldear la opinión.

Hace cuatro años por ejemplo, todas las encuestas fallaron en pronosticar el triunfo de Rodolfo Hernández, a quien las mediciones más optimistas ubicaban en el tercer y cuarto lugar en intención de voto.

Una muestra de 265 bumangueses, de los cuales solo 45 escogieron al primero, no es, según los expertos, suficiente para calcular un resultado estadístico electoral en un universo de casi 505.749 personas habilitadas para votar, pues corresponde a menos del 0,001 % del potencial electoral.

Pero, además, “disparar” artificialmente una candidatura que sube 10 puntos en un mes, sin nada relevante que lo explique, no solo es increíble sino sospechoso.

Así que la próxima vez que leamos una encuesta pensemos en lo que dijo Gómez Hurtado y averigüemos bien no solo quién manda a hacer las morcillas y las encuestas, sino cómo y quiénes las hacen.

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