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Jaime Calderón Herrera
Lunes 28 de marzo de 2022 - 12:00 PM

El agazapado

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Escribo empeñado en cultivar el pensamiento crítico con consecuencias en cuanto a la percepción de muchos, respecto a mis opiniones concernientes a los temas profesionales, sociales o políticos. Lo comprendo, pero no puedo renunciar a opinar a riesgo también de sesgos y equivocaciones.

Nuestra educación es contraria a los cuestionamientos y proclive a la descalificación, nuestra cultura es de discriminación, racismo, exclusión y sojuzgamiento, derivando en una resolución violenta de las diferencias y de los conflictos entre personas, intereses y grupos sociales. No obstante, lo anterior, hemos venido construyendo una institucionalidad democrática que hoy se derrumba a pedazos como daño colateral a la decisión de hacer trizas la paz que resultó haciendo trizas a las instituciones mediante una estrategia de poner, en la realidad, a los órganos de control y de justicia bajo las órdenes del presidente de manera torticera e hipócrita, adelantando, además, una politización descarada de las Fuerzas Armadas. El sistema electoral no está exento de esa voracidad presidencial y hoy goza de una desconfianza gigante como la de hace 70 años. El tejido social está desecho.

A pesar del desprestigio del gobierno y de su partido, los dos pretenden continuar en el poder representando un establecimiento que se niega a hacer los cambios estructurales que requiere la nación, y a falta de argumentos, aplican con mayor dureza su consigna de mano dura acicalada con un hipócrita corazón grande que solo tiene espacio para los intereses de unas minorías indolentes y corruptas. Quien hoy representa esa manera de gobernar es Federico Gutiérrez quién intenta maquillarse con su amigo personal Rodrigo Lara, en una maniobra de predigistación política, que alcanza a distraer, pero que es incapaz de ocultar “las orejas del lobo” del uribismo agazapado y vergonzante que lo sostiene.

Consciente de la tendencia homérica de nuestro pueblo, guardo, sin embargo, la esperanza que los electores inclinen su decisión votando por Fajardo como expresión del centro comprometido con “el cambio posible” que propuso y argumentó Alejandro Gaviria. Las mayorías reclamamos ese cambio, pero los ropajes confunden. Solo hay que reflexionar un poco.

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