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El holobionte
Para Sócrates, los vicios y el obrar mal- comportarse mal-son fruto de la ignorancia al no distinguir entre el bien y el mal, de manera tal que es condición necesaria para obrar bien, conocerse a sí mismo.
En la actualidad este concepto va más allá de lo ético para cubrir lo biológico. La ciencia, empeñada en descubrir lo oculto en la naturaleza, ha avanzado hasta el punto de hacernos comprender que la vida será tan frágil como sea débil la simbiosis entre especies.
Los humanos dependemos de los microrganismos que viven íntimamente unidos a nuestros ojos, a nuestra piel, a nuestros intestinos y a nuestro tracto respiratorio. Sin ello no veríamos bien, nuestra piel sería un manto frágil, nuestra digestión sería un caos y no sería factible la producción de moléculas que desde el colon deben pasar a la sangre para garantizarnos procesos vitales. La avispa lobo también requiere de las bacterias que aloja en sus antenas, las vacas de las bacterias indispensables para digerir la hierba y las plantas de los hongos que les permiten vivir.
Todos los seres vivos estamos en una relación simbiótica con otras especies y algunos, entre ellos nosotros, somos seres sociales que para sobrevivir requerimos la cooperación de la manada.
La ignorancia, el desconocimiento de sí mismo, nos conduce al individualismo suicida. Si comprendemos que somos holobiontes, como lo describió la bióloga Lynn Margulis, apreciaremos y respetaremos la vida en todas sus manifestaciones (biofilia); si aprendemos del funcionamiento cerebral: corteza prefrontal, hipotálamo, amígdala, y hacemos conciencia de la distinción entre obrar bien o hacerlo mal, podemos encontrar el camino de la cooperación y la supervivencia de esta civilización en riesgo, al no comprender la complejidad del individuo y su entorno.
Es imperativo reconstruir la cultura de la legalidad y de la cooperación.