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Jaime Calderón Herrera
Lunes 14 de septiembre de 2020 - 12:00 PM

El lado oscuro

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Podría afirmar que los seres humanos, al igual que el bello satélite que nos ilumina en la noche, tenemos un lado oscuro y uno que brilla. A muchos que consideramos exitosos, famosos, simplemente admiramos o seguimos ciegamente, tal vez su mérito sea el de lograr mayor esplendor de su lado claro y ocultar o gestionar el oscuro.

El hecho de ser un musico, político, líder, escritor, científico, militar y que el mundo lo ubique entre los famosos, aún entre quienes han aportado grandes beneficios a la humanidad, no significa que necesariamente hayan sido o sean buenas personas. Y dicen que son buenas personas, aquellos en quienes podemos confiar porque tienen humildad, empatía, sinceridad y se conocen por sus buenas acciones. Al contrario, quienes se caracterizan por su arrogancia, su narcisismo, y/o son hábiles en el engaño, en la confusión o en la hipocresía, pudiéramos decir que no lo son. Bien lo dijo Lincoln, si quieres conocer a un hombre, dale poder.

Por ejemplo, nadie niega que Aristóteles ha ejercido una influencia enorme en las ideas que han dominado la civilización de occidente, pero su personalidad se ve opacada por su misoginia, pues consideraba que las mujeres eran “hombres a medias” y que no merecían mayor consideración. Nuestro libertador Simón Bolívar se caracterizó por su crueldad durante la guerra libertadora, y muchos historiadores le han atribuido masacres injustificables como la posterior al asedio a Puerto Cabello y la “Navidad negra” en Pasto, cumpliendo su estrategia de no dejar prisioneros. Flaubert, uno de los más grandes novelistas, ha sido acusado de pedófilo. A Picasso se le conoce por cruel y despiadado. Steve Jobs alegó infertilidad para negar la paternidad de su hija Lisa, no obstante tener otras tres hijas. El perverso presidente Duterte de Filipinas, ordenó disparar a matar a quienes violen la cuarentena. Biografías de muchos famosos registran sus patologías sociales y siquiátricas.

Debiéramos pensar que amén de sus capacidades, quienes tomen decisiones que nos afecten, entre ellos nuestros gobernantes, deben ser buenas personas, como condición necesaria para permitirles que ejerzan su influencia en nosotros, o nos gobiernen.

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