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Jaime Calderón Herrera
Lunes 01 de febrero de 2021 - 12:00 PM

Investigación sin prejuicios

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Sentirse triste hoy es más común que antes, como quiera que la infección por covid nos ha mostrado la cara de la muerte en personas cercanas a nuestros afectos sin poder acompañarlos en el rito que nos permita expresar el dolor compartido, ni la solidaridad en los momentos duros de la vida, poniendo distancia a la necesaria reflexión sobre el destino común. La posibilidad de contraer la infección en nuestro entorno íntimo nos crea ansiedad, inseguridad en el futuro cercano, marcado con la incertidumbre económica personal y los efectos de inequidad en el conjunto de nuestra sociedad. Bálsamos tales como las reuniones de amigos para charlar o aquellas para celebrar y compartir alegrías, se han esfumado. La combinación de tristeza, con incertidumbre y ansiedad, insomnio y desinterés, configuran el cuadro clínico de la depresión que viene en aumento, de por sí ya endémica en el mundo contemporáneo.

Con la dificultad para modificar los nuevos factores de estrés que desencadenan la depresión, se hace necesario mirar hacia los medicamentos. Como suele suceder, algunas moléculas estudiadas y/o aprobadas para una enfermedad o un síntoma, pueden servir para otras condiciones de salud. Ha sido el caso de la aspirina, el sildenafilo, la talidomida, y es el caso de una molécula para el tratamiento de la tuberculosis y un anestésico de uso veterinario, que hoy son de uso común en el manejo de la depresión. Sin embargo, su utilidad no cubre a todas las personas, para quienes por fortuna hay investigaciones que vienen dando resultados muy prometedores con un grupo de sustancias químicas conocidas como serotoninérgicos, y cuya investigación se atrasó por cuenta de la prohibición para investigar sobre sustancias psicodélicas, resultante de la “guerra contra las drogas”. De no haber sido implementada esa política de Reagan y Thatcher, muchos suicidios se hubieran evitado y muchas vidas habrían salido del infierno de la depresión.

Si hubiera persistido el prejuicio sobre la talidomida, causante de la focomelia, hoy no habría tratamiento para la lepra, si persistiera el prejuicio para investigar algunos psicodélicos en depresión, hoy no se abriría ese campo terapéutico para los siquiatras.

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