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Jaime Calderón Herrera
Lunes 05 de diciembre de 2022 - 12:00 PM

La meta señala el camino

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¿Qué tan habitable es el área metropolitana de Bucaramanga? ¿Cuál es la calidad de vida de sus habitantes? Para responder a estas preguntas debemos hacerlo desde el entendimiento de que las ciudades son organismos complejos, que como construcción humana están hechas a la imagen y semejanza del ser humano, es decir, son organismos con vida propia, sistemas complejos y dinámicos con su metabolismo propio como lo advierte Anu Ramaswami.

Si bien las ciudades son generadoras de riqueza, también lo son de desigualdad, de inequidad, de manera tal, que a mayor inequidad el bienestar de los ciudadanos se deteriora; generamos contaminación de todo tipo, también delincuencia y enfermedad, en un trinomio que se alimenta de la ignorancia y de la inequidad.

Son al menos siete los elementos que debemos conocer a profundidad para producir políticas públicas articuladas y complementarias para mejorar la calidad de vida de los habitantes y la eficiencia de las ciudades: agua, energía, saneamiento, conectividad, espacios verdes y vivienda.

Según Ramaswami hay cinco niveles de acción para lograr una ciudad eficiente. El uso del suelo orientado a compactar la ciudad reduce las necesidades de movilización y el uso de materiales de construcción por metro cuadrado. Incentivar el uso de “mejores “vehículos con tecnologías eficientes. El uso de tecnologías renovables que permitan desarrollar una capacidad de regeneración de la ciudad al tiempo que se estimulen las sinergias, y, por último, y para mí el origen de la cualificación y el bienestar de los ciudadanos, el cambio de comportamiento de los habitantes en temas tales como el uso de espacios públicos, el contacto con la naturaleza, la agricultura urbana y la cultura de la movilización, entre otros.

La planificación para un futuro del área metropolitana de Bucaramanga requiere de combinar las nuevas tecnologías disponibles con el propósito cierto de la inclusión social, más en tiempos de adaptación urgente a los desafíos que nos impone el cambio climático. La participación es clave, pues la comunidad es la generadora de estrategias que la academia debe moldear y priorizar para que el gobierno lleve a cabo. ¡Que lo urgente no elimine lo importante!

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