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Jaime Calderón Herrera
Martes 11 de diciembre de 2018 - 12:00 PM

Lidiando con la mentira

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En una sociedad tan polarizada como la nuestra, he sentido la necesidad, si se quiere la obligación, de preguntarme si mis apreciaciones sobre la realidad colombiana son acertadas, o si por el contrario, las otras son más cercanas a la verdad, o por lo menos, a lo que nos conviene a todos.

Para intentar comprender acerca de nuestras percepciones que derivan en pensamientos, creencias y posiciones frente a los fenómenos sociales, me he aproximado al premio Nobel de economía, el sicólogo Daniel Kahneman, para quien el sentido de la verdad es “una experiencia subjetiva que cae en el dominio de la sicología”.

Es así que tenemos experiencias diferentes de verdad, y nuestra propia mente puede percibir de manera distinta el mismo fenómeno en momentos diferentes, pues como bien nos lo enseñó el filósofo Hume, el conocimiento objetivo de la realidad está limitado de manera natural por nuestros sentidos, y además necesitamos darle a la experiencia un significado que nos permita vivir como si lo que sentimos, lo que experimentamos, lo que percibimos fuera real.

Para Kahneman pensamos de dos formas: una rápida intuitiva, y la otra, lenta, razonada. Muchas veces nuestra intuición acierta, pero otras tantas se equivoca, dado que no siempre tenemos control sobre nuestros pensamientos. Nada más difícil que ver lo obvio, le oí decir al actual ministro de salud. “El trabajo mental que produce impresiones, intuición y muchas de las decisiones viaja en silencio por nuestra mente”, afirma el Nobel, quien ha logrado demostrar cómo nuestros pensamientos, desde lo intuitivo, se disponen de una manera sustentada en sesgos y errores.

Si damos un significado de realidad a nuestras percepciones y si creamos unas historias a partir de ellas, muchas ciertas, pero otras equivocadas, la búsqueda de una supuesta verdad es una estupidez. En cambio, la búsqueda de coincidencias y cercanías y de procesos que nos permitan admitir lo que consideramos equivocación de otros es, a mi juicio, la única forma de lidiar con la naturaleza oscura de la humanidad. Hay también quienes afirman que nuestros genes definen nuestras tendencias de pensamiento.

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