Ni la juventud ni la vejez conceden mérito alguno por sí solas. Lo deseable de una vejez es estar rodeada de una juventud deseosa de aprender, pero el diálogo entre generaciones no es fácil y se ha dificultado en los últimos tiempos, en parte debido a la exclusión y ausencia de oportunidades a las que han sido sometidas grandes masas de jóvenes. En nuestro medio, parte de la dificultad de realización, aun para quienes han tenido oportunidades, es la competencia laboral y empresarial con los adultos mayores, quienes poseen capital, experiencia, capacidades, y muchos de ellos son migrantes digitales. Su mayor expectativa de vida ha prolongado su vida laboral. En 2004, Frank Schirrmacher, en “El complot de Matusalén”, describe con fortuna esta problemática creciente.
Preguntémonos cómo vivirá la humanidad en 2050 después de transitar y lidiar con las amenazas derivadas del cambio climático y de la concentración de la riqueza, con sus consecuentes hambrunas y migraciones masivas en búsqueda de agua, alimentos e ingresos. La mayoría confiamos en la capacidad del ser humano para resolver encrucijadas como la actual. No falta quien afirme, Disraeli entre ellos, que han sido los jóvenes quienes en todos los tiempos han sido el motor de los cambios, y de allí que en tiempos electorales se les conceda especial atención y se convierten en un objetivo de seducción política. Es cierto que han sido más un instrumento para el cambio, que una fuerza autónoma del mismo, salvo excepciones. Para el 2050 se prevé que los mayores de 65 años duplicarán su número, creando una condición demográfica caracterizada por una menor natalidad acompañada de mayor envejecimiento.
Requerimos de un diálogo intergeneracional sin arrogancias y que conduzca a un propósito común de la sociedad en materia de crear capacidades mediante el conocimiento, al cual hay que eliminarle toda condición de mercancía. Debemos preparar a las nuevas generaciones para que más allá de sumergirse de manera exclusiva en un área específica del saber, alejándose de la realidad partera de la sabiduría, adquieran sí, las competencias para lidiar con el mundo por venir. Al menos, cuando ya sean viejos.
