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Jaime Calderón Herrera
Lunes 03 de junio de 2019 - 12:00 PM

Memoria, olvido y políticos

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Se dice que el pueblo no tiene memoria y por eso mismo elige mal. Dado que el pueblo somos cada uno de nosotros, vale la pena mirar un poco como funciona nuestra memoria, o si me permiten, como funciona el olvido.

Nacemos con un cerebro en proceso de maduración lo cual se extiende hasta los 22 años. Es así que un bebé podrá recordar tareas repetitivas durante tres meses, pero no más allá, pues la inmadurez cerebral se lo impide. Sin embargo, a medida que madura logra insertar de manera continua en su memoria hasta los 7 años cuando el cerebro produce el fenómeno denominado “amnesia infantil”, el cual pasa un “borrador” para permitir que las conexiones más fuertes permanezcan, en un proceso pro-eficiencia de la memoria. Se recordarán menos cosas, pero las que se conservan, se recuerdan con mayor detalle, se recuerdan en contexto. Este proceso es favorecido en las culturas en las cuales contar historias es una costumbre. La memoria se acompaña de las emociones que liberan cortisol y adrenalina las cuales disparan señales al cerebro induciendo memoria, pero un efecto paradójico se presenta cuando esas mismas hormonas presentes en situaciones de estrés impiden recordar. Aquí pudiéramos encontrar la respuesta a la desmemoria en la política. Grabamos mal lo que dicen los políticos porque no nos emocionan y luego con sus actuaciones nos generan estrés que nos entraban los recuerdos. De otro lado, muchos políticos exitosos los son en parte porque tienen “memoria fotográfica”, la cual está relacionada con una mejor “memoria autobiográfica”: recuerdan nombres y caras con facilidad asombrosa y con ello halagan a sus electores en campaña, y una vez elegidos, los olvidan hasta las siguientes elecciones. ¿Será por el estrés del poder?

Cuando hay comportamientos repetidos que hacemos de forma automática, como cerrar el grifo, la memoria no los inserta pues son actos “inconscientes”, por lo cual debiéramos tratar de votar conscientemente y no por hábito. Se ha preguntado por quién voto al Congreso la última vez. Si no lo recuerda, vote racionalmente en la próxima elección o tal vez sea mejor que no lo haga.

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