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opinion/columnistas/jaime forero-gomez
Viernes 30 de julio de 2021 - 12:00 PM

Niños huérfanos

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La pandemia ha sido más peligrosa de lo que esperábamos. La humanidad no ha aprendido y seguimos sufriendo, el contagio, presencia y secuelas de la enfermedad. Este virus del cuál desconocemos aún muchas cosas, sigue causando gran mortalidad a pesar de cada día tener más defensas, como las producidas al vacunarnos. La vacuna ha disminuido la mortalidad, pero estar vacunados no previene la enfermedad, solo en ciertos casos, agravarse severamente. El aislamiento, uso de tapabocas, lavado de manos y alcohol son esenciales en prevenir el contagio. Como venía sucediendo con el cáncer, la humanidad empieza a convivir con estos problemas graves y nos acostumbramos a ese dolor intenso que produce la muerte de un familiar o amigo. Se mueren los abuelos, tíos y padres y están quedando gran cantidad de niños y nietos huérfanos. Como pediatras, pasamos días consolando y aconsejando padres durante este tiempo de duelo. Ahora hay más niños huérfanos, solos, tristes sin comprender qué es lo que pasa y sin conocer el futuro. Ya aparecen estudios analizando la problemática que gira alrededor del niño huérfano. Así los niños no lo demuestren, sufren más que los adultos ante la ausencia de seres queridos, incluyendo cuidanderos. Los jardines infantiles y colegios deben asesorarse y colaborar en el manejo y acompañamiento del duelo de estos niños. En el niño es esencial responder las preguntas sin mentirles, si se aisla no hay que regañarlo sino acompañarlo; como padre no esconda su dolor pues el niño interpretará el dolor como algo malo, exprese sus sentimientos; traten de no modificar las rutinas; hay que recordar la persona que murió y traer vivencias del pasado. El niño no expresa los sentimientos como el adulto, pero puede sufrir más así no lo manifieste. Cuidémonos.

RAFAEL ARDILA DUARTE

Conocimos y compartimos vivencias con Rafael, el padre maravilloso, gran abuelo, empresario, amigo de todos, el soñador, el luchador; hombre íntegro, servicial y honesto; Santander, su sistema educativo, la UNAB deben mucho a este gran ser, un hombre bueno, maravilloso, feliz. Nancy, sus hijos y nietos heredan ese gran legado. La vida sigue siendo extraña, incomprensible.

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