Una publicación de la empresa inglesa Utility Bidder se refiere a una evaluación de la calidad del aire realizada en 100 grandes ciudades del mundo. Los autores señalan que “los datos son correctos a mayo de 2021”. Tuvieron en cuenta “la calidad del aire (basada en la concentración de partículas PM 2.5 en su atmósfera), las emisiones y la cantidad de vehículos en la carretera (uno de los principales contribuyentes a la contaminación del aire)”.
La ciudad de Lima (Perú) aparece en primer lugar como “la ciudad más contaminada de nuestra lista, en gran parte debido al hecho de que tiene el peor puntaje de calidad del aire”. En segundo lugar está Bogotá: “Fue la ciudad con mayor nivel de congestión vehicular de las que analizamos, con un 52% (esto significa que un viaje promedio demoraría un 52% más que en condiciones no congestionadas). Estos niveles de emisiones de vehículos claramente causan mucha contaminación, junto con los de la combustión industrial en la ciudad”. En tercer puesto aparece Santiago de Chile: “Otra capital sudamericana que completa las tres ciudades más contaminadas de nuestra lista”.
Los autores aclaran que la lista no incluye todas las ciudades del planeta, pues “los datos sobre los tres factores solo estaban disponibles para las ciudades que se muestran a continuación y que otras ciudades pueden estar peor clasificadas para los factores individuales considerados”. Y -efectivamente- al consultar otros listados, como el publicado por la organización IQAir (Ranking de ciudades de calidad del aire y contaminación), se observa que Lima aparece en los primeros lugares de la lista, pero Bogotá en el puesto 92. Y Santiago de Chile en el 25. Esta lista tiene como “contaminante principal” el material particulado PM 2.5. Según la publicación (julio 18/2021), la calidad del aire de Bogotá estaría clasificada como “Buena”. Vale la pena recordar que Bogotá ha declarado alertas ambientales relacionadas con la calidad del aire (IBOCA).
Todo lo anterior, para reiterar la importancia de contar con información clara, confiable y suficiente al momento de decidir si la calidad del aire (o del agua) cumple o no cumple con las normas de calidad establecidas para prevenir problemas sanitarios; no solo para un parámetro determinado, sino considerando el complejo ambiente natural y artificial que nos rodea.