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Jorge Figueroa
Miércoles 28 de octubre de 2015 - 12:00 PM

En Bucaramanga se pudo

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Rodolfo Hernández Suárez con su sencillez de campesino piedecuestano, pero con la astucia e inteligencia de un ingeniero formado en la Universidad Nacional, le acaba de dar una magistral cátedra de hacer las cosas bien a la clase política santandereana. Contra todo pronóstico, sin maquinaria, sin sede política, sin comprar votos, sin conciertos y sin prometer mentiras, los derrotó a todos. Su caballito de batalla, simple y sencillo: la lucha decidida y frontal contra la corrupción, que ha invadido la administración municipal. Su triunfo una clara y contundente demostración de que la gente cuando quiere puede elegir bien.

Pero mientras la ciudad está feliz, los que sí deben tener urticaria y tembladera son los concejales reelegidos de la coalición de gobierno. Mal acostumbrados por las administraciones pasadas, construyeron sus feudos electorales basados en la extorsión política, cimentada en los hombros de más de tres mil contratistas externos, a los cuales el nuevo alcalde no piensa renovarles sus contratos. Ha advertido Hernández que esta será una administración austera pero eficiente, sustentada básicamente en los 300 funcionarios de planta de la alcaldía, y donde los concejales deberán dedicarse a cumplir con sus deberes.

Pero mientras todo era felicidad por la ciudad el pasado domingo, en las sedes de los candidatos derrotados se vivían momentos de angustia con la caída del sol y los resultados. En la del joven Alvernia, una turba enfurecida por el incumplimiento en los pagos prometidos la emprendió con rabia contra bienes y enseres de la sede. La biblioteca personal del candidato entre los cuales se destacaba la Colección de Oro de Condorito, fue destrozada. Su gerente de campaña Celestino Mojica, para escabullirse y salir bien librado, tuvo que raparse de urgencia su cabeza y salir gritando “Soy Sergio Isnardo Muñoz, pero que viva la lógica, ética y estética del ingeniero Rodolfo”, mientras ponía pies en polvorosa.

Y en otro rincón de la ciudad, una brigada liderada por Norberto Morales Ballesteros y Nacho Vega, presurosos con botellas de thinner en mano, retiraban de los bumper y defensas los adhesivos publicitarios de Ibañez..

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