Ha comenzado diciembre, que es, para muchas personas, no solamente la época más amable del año, sino la temporada más importante...
Hace unos días, la nueva ministra de Minas, en la reunión del gremio minero-energético, lanzó una solicitud a los paises más desarrollados para que disminuyan su crecimiento y contribuyeran con ello a la supervivencia del planeta. Esa solicitud, dicha sin explicaciones, suena absurda y así se ha tomado por la gran mayoría de la opinión nacional.
Está demostrado que solo los paises que crecen y se desarrollan tienen posibilidades de dar bienestar a su población y quienes poseen el conocimiento e innovan son los que obtienen los mejores resultados; claro que esos resultados deben lograrse sin perder la esencia social del crecimiento y el carácter humano del dinero como medio de bienestar.
El querer de la ministra era referirse a las teorías de la bioeconomía, alternativa propuesta por la izquierda hace ya varios años, en contraposición al llamado desarrollismo y capitalismo salvaje, y ponerla como modelo para aplicar al sector.
Aunque en el llamado de la ministra se refirió a los paises del primer mundo, usando como ejemplo el incremento de la brecha con los menos desarrollados y criticarlos por sus intereses economicistas e impactos ambientales de su producción, en desmedro del tercer mundo, su escaso conocimiento del tema y la superficialidad de sus palabras no dejaron una buena impresión, desafortunadamente.
En verdad, este hecho no va causar ningun impacto positivo en el medio y menos en el exterior; pero además, el problema no está en el crecimiento de los otros, sino en el nuestro; cómo ser más productivos, estimular la creación de empresas, generar empleo y permitir en esa forma lograr mayor bienestar, obviamente siempre con responsabilidad ambiental y sentido social. Alli es donde el gobierno y la sociedad debe orientar sus esfuerzos, porque no podemos esperar que los demás solucionen nuestros problemas sociales.
Desgraciadamente la sociedad de consumo entró a formar parte de nuestra cultura y sin distinciones de clases sociales, volvió indispensables para vivir, aspectos suntuarios, que podrían estar bien para el primer mundo, pero no así para paises como el nuestro donde para muchos, los ingresos econonómicos escasamente alcanzan para subsistir.
Depender de la producción del primer mundo y especialmente adquirir productos que no aportan valor al desarrollo interno, independiente de donde provengan los recursos, significa un más lento crecimiento, salida de recursos y mayor brecha socio-económica.