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Jorge Gómez Duarte
Martes 16 de marzo de 2021 - 12:00 PM

Educar contra la corrupción

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Es común entre las gentes percibir la corrupción solo como un acto ilícito en el proceder de los funcionarios públicos, quienes pretenden obtener beneficios económicos personales, afectando los recursos del Estado y por ende de toda la comunidad.

La corrupción es mucho más que eso. En la medida en que el fin último es obtener beneficios personales de cualquier tipo, la corrupción se da en todos los sectores, públicos y privados, con intereses individuales o colectivos y dentro de cualquier actividad, con afectaciones de diverso grado según el hecho punible frente a la normatividad legal o social.

El problema se ha vuelto tan común en todos los sectores, que comienza a verse como algo normal en la vida cotidiana y se acolita y participa en los beneficios sin ningún escrúpulo, generalizándose la dádiva como parte de cualquier proceso, si se pretende lograr resultados. Para muchos, todo es comprable y vendible, solo es necesario encontrar el medio para obtener lo que se quiere, sea bueno o malo; el valor en dinero o en especie dependerá de la dificultad o la perversidad del proceso.

En últimas, el problema está en la pérdida de valores éticos en nuestra sociedad, abonado por el interés de enriquecimiento rápido y fácil, como también por el mal entendido reconocimiento social, según el poderío económico de las personas.

“Quien es más culpable, el que peca por la paga o el que paga por la peca” No podemos continuar pensando que el gobierno y los políticos son los únicos responsables de la corrupción en el país y que la solución está en el actuar de las instituciones del Estado encargadas del control de lo público. También el sector privado y en general toda la sociedad, son parte del problema y la solución. Mientras no pongamos todos nuestros aportes, seguiremos sufriendo las consecuencias de este grave flagelo que nos corroe y tiende a volverse hábito, con consecuencias fatales en el presente y el futuro de las nuevas generaciones.

Debemos comenzar a cambiar esa cultura que se ha enquistado en nuestra forma de ser y la educación es la mejor estrategia para lograrlo, no interpretada ella solo como la que reciben los niños en la escuela o la universidad, la formación de principios y valores se adquiere especialmente en el hogar y alli los padres de familia son los principales generadores de cambio, con el ejemplo y con el frecuente diálogo sobre estos aspectos tan trascendentales par recuperar la sociedad en que vivimos.

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