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Jorge Gómez Duarte
Martes 14 de junio de 2022 - 12:00 PM

El miedo como estrategia electorera

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Desde el comienzo de la campaña presidencial, observamos la agresividad con que algunos sectores políticos involucrados en el proceso hacian sus declaraciones y el énfasis que tenía el denigrar de sus adversarios con verdades a medias, cuando deberían ser los planes de gobierno y las calidades del candidato, los elementos más importantes para convencer electores.

Con el paso del tiempo y las definiciones de la segunda vuelta, este actuar no cambió y por el contrario la campaña sucia se incrementó en cuanto a contenidos y estrategias, utilizan-do el miedo como forma para presionar al electorado a favor de un candidato o coaccionar la no participación con el voto.

Hemos visto declaraciones de uno de los candidatos manifestando su intención de volver a sus actividades de juventud si llegara a perder, y manifestaciones de algunos de sus partidarios que insinuan un estallido social sin precedentes, si no ganan la elección, en un claro irrespeto a la democracia.

Hasta donde hemos llegado en la degradación de las campañas. Pareciera que en la política se aceptara la premisa de Maquiavelo, quien afirmaba que el fin justificaba los medios y se tomaran todas las formas de lucha pregonadas por la izquierda radical, como estrategia para alcanzar el poder.

La aplicación de estas formulas tienen sus límites y NO son aceptables cuando ellas vulneran las leyes y aún más, cuando en su ejecución afectan los derechos humanos, incluido el derecho a la vida.

Si seguimos como vamos, volveremos a los tiempos de la violencia política de mitad del siglo pasado, en que se mataban liberales y conservadores por su filiación política; solo que ahora, sin partidos políticos, será entre los que apoyan a uno u otro candidato.

Debemos rechazar cualquier violencia usada como medio de presión para ser elegido y no podemos dejarnos intimidar en el libre derecho al voto; por el contrario, manifestémos el rechazo a estos procederes, acudiendo a las urnas en forma masiva y votemos en contra de quien usa este tipo de argu-cias electoreras.

Un buen cambio requiere olvidarnos del radicalismo político, unirnos en torno a un proyecto de pais incluyente, justo y equitativo, que asegure para todos unas mejores condiciones de vida. Necesitamos un presidente políticamente independiente, conocedor de los problemas sociales y experto en generación de recursos, para con ellos lograr su solución.

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