El pasado siete de abril, la familia británica Battersbee comenzó a vivir una tragedia de la que, al menos los padres del...
El miedo como estrategia electorera
Desde el comienzo de la campaña presidencial, observamos la agresividad con que algunos sectores políticos involucrados en el proceso hacian sus declaraciones y el énfasis que tenía el denigrar de sus adversarios con verdades a medias, cuando deberían ser los planes de gobierno y las calidades del candidato, los elementos más importantes para convencer electores.
Con el paso del tiempo y las definiciones de la segunda vuelta, este actuar no cambió y por el contrario la campaña sucia se incrementó en cuanto a contenidos y estrategias, utilizan-do el miedo como forma para presionar al electorado a favor de un candidato o coaccionar la no participación con el voto.
Hemos visto declaraciones de uno de los candidatos manifestando su intención de volver a sus actividades de juventud si llegara a perder, y manifestaciones de algunos de sus partidarios que insinuan un estallido social sin precedentes, si no ganan la elección, en un claro irrespeto a la democracia.
Hasta donde hemos llegado en la degradación de las campañas. Pareciera que en la política se aceptara la premisa de Maquiavelo, quien afirmaba que el fin justificaba los medios y se tomaran todas las formas de lucha pregonadas por la izquierda radical, como estrategia para alcanzar el poder.
La aplicación de estas formulas tienen sus límites y NO son aceptables cuando ellas vulneran las leyes y aún más, cuando en su ejecución afectan los derechos humanos, incluido el derecho a la vida.
Si seguimos como vamos, volveremos a los tiempos de la violencia política de mitad del siglo pasado, en que se mataban liberales y conservadores por su filiación política; solo que ahora, sin partidos políticos, será entre los que apoyan a uno u otro candidato.
Debemos rechazar cualquier violencia usada como medio de presión para ser elegido y no podemos dejarnos intimidar en el libre derecho al voto; por el contrario, manifestémos el rechazo a estos procederes, acudiendo a las urnas en forma masiva y votemos en contra de quien usa este tipo de argu-cias electoreras.
Un buen cambio requiere olvidarnos del radicalismo político, unirnos en torno a un proyecto de pais incluyente, justo y equitativo, que asegure para todos unas mejores condiciones de vida. Necesitamos un presidente políticamente independiente, conocedor de los problemas sociales y experto en generación de recursos, para con ellos lograr su solución.