miércoles 23 de noviembre de 2022 - 12:00 AM

Jorge Gómez Duarte

La unión hace la fuerza

En la era moderna y dentro del mundo financiero, uno de los mercados de mayor movimiento está relacionado con las transacciones accionarias entre empresas e inversionistas, que ven en estos procesos la forma de hacer alianzas estratégicas, constituir cadenas de producción y adquirir dominios de mercados, con miras a lograr ventajas competitivas, mejorar resultados y retribuir a sus accionistas o clientes, mejores dividendos y servicios.

Aunque en nuestro medio no es muy común este tipo de transacciones y muchas empresas conservan su carácter familiar, pasando la propiedad de generación en generación, existe en ellas un aspecto peculiar en su valoración, cual es la inclusión de un valor sentimental, adicional al valor económico, importante para sus dueños, más no para el mercado.

Las apreciaciones subjetivas, con frecuencia, dificulta la posibilidad de integraciones empresariales y la evolución hacia nuevos modelos administrativos y gerenciales, que aportan mayor conocimiento, experiencia, tecnología e innovación, con un riesgo de sucumbir ante la competencia.

Como en todo tipo de negocio, los sentimientos no se compran y el pragmatismo suele imponerse a la hora de tomar las decisiones. Para cada una de las partes, lo importante es la rentabilidad presente y futura y en esa forma se tasa su valor.

Se habla mucho del individualismo y la desconfianza de los santandereanos para unirse y la dificultad para trabajar en equipo cuando necesitamos construir y sacar adelante lo que se quiere. Está demostrado que la unión hace la fuerza y lleva a mejores resultados. Aunque hoy somos más abiertos y dispuestos a aliarnos, aún nos falta mucho por superar; necesitamos romper paradigmas, cambiar costumbres, incrementar confianza y abrir las mentes; aspectos en los cuales estamos rezagados ante un mundo moderno y globalizado.

Esta cultura la vemos en el diario vivir y podríamos mencionar muchos ejemplos en todos los ámbitos, aún hasta en los familiares, donde vemos empresas que en el pasado fueron ejemplos e íconos de la pujanza santandereana y poco a poco desaparecen producto de las diferencias familiares o su anquilosamiento, al no reaccionar ante la competencia y la innovación empresarial.

Si queremos crecer, es necesario dejar a un lado la aversión al riesgo y entender que somos seres del mundo y como tal, requerimos abrirnos paso en él, mantener una mente abierta y estar dispuestos a unirnos entre nosotros y con aquellos que nos permitan crecer.

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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