Por definición, una dictadura y una democracia tienen una gran diferecia en su organización y forma de ejercer el poder; siendo éste en el primer caso ejercido por un individuo omnipotente, mientras en el segundo, las decisiones son tomadas por diversos individuos e instituciones con poderes limitados y controles a su labor.
Desafortunadamente, con el tiempo y el perverso ejercicio de la política, ha nacido una nueva forma de gobernar y que aparenta ser democrático, donde existen los tres poderes tradicionales que suelen tener las democracias y que algunos llaman falsas democracias o dictaduras democráticas. Esta nueva forma de gobernar, aunque tienen un poder ejecutivo, otro legislativo y otro judicial, con funciones distintas e independencia absoluta, sus integrantes se unen y confabulan para mandar como uno solo, olvidando su carácter, obligaciones y control.
Esta moda, en la cual han caído algunos países latinoamericanos, es producto de la corrupción política y la pobreza existente y su estrategia se basa en lograr alianzas entre el ejecutivo y los partidos políticos, con la anuencia de sus congresistas, así sus ideologías sean diferentes y con anterioridad hayan sido enemigos acérrimos. Producto de esta unión, pactan acuerdos y se comprometen a un apoyo incondicional con el ejecutivo, a cambio de recibir cuotas burocráticas y asumir la administración de ciertos sectores del gobierno central, especialmente los sectores sociales y económicos; reservándose el ejecutivo, según sus intereses, la seguridad, la hacienda, la justicia y los órganos electorales.
En esta forma se pierde la independencia del legislativo, la justicia se mantiene al margen y el ejecutivo asume todo el poder, manteniendo en la población la falsa creencia de vivir en democracia, donde se gobierna y legisla de acuerdo con los intereses nacionales.
Quien es más pecador, el que paga por la peca o el que peca por la paga. La perversidad está en los dos, el ejecutivo y el legislativo, el primero por otorgar prebendas a cambio de respaldos y el segundo al comprometerse a apoyar incondicionalmente las iniciativas gubernamentales, sin valorar la conveniencia e impacto integral que puedan tener los proyectos y decisiones a corto, mediano y largo plazo en el bienestar poblacional y la sostenibilidad del país.
Sería fatal caer en esta moda, porque las experiencias para quienes lo han vivido fueron y siguen siendo desastrosas, y recuperarse tomará varias generaciones.