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Jorge Gómez Duarte
Martes 15 de septiembre de 2020 - 12:00 PM

Para dónde vamos, país

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Con inmensa preocupación vemos el deterioro del orden público a nivel nacional, ahora en las ciudades, y la actitud de algunos sectores opositores al gobierno, que aprovechan e incitan a la protesta violenta, como estrategia para sembrar el caos y obtener réditos políticos.

Estos mismos sectores pregonan maniatar, cuando menos, una de las instituciones que por ley está encargada de controlar ese orden público que desean deteriorar, olvidando que en cualquier país, independiente de la tendencia política, existen estas instituciones y tendiendo a ser más autoritarias en gobiernos de extrema derecha o izquierda.

Entiendo que el detonante de la protesta no debería haber sucedido y que cualquier vida humana perdida injustamente genera repudio y merece el castigo legítimo, pero en una comunidad pensante y humana, nada justifica el vandalismo de días pasados y menos los muertos adicionales producto de las protestas.

El fin no justifica los medios, evidentemente necesitamos cambios estructurales que permitan una mayor equidad social, dentro de un orden constitucional y democrático limpio, que propenda por un crecimiento en lo personal y colectivo, entendido ello como mejor calidad de vida para todos, necesidades básicas satisfechas, equidad en las oportunidades y menor brecha salarial.

Pero eso no lo podemos lograr a las malas, ni con artimañas malsanas tendientes a adquirir el poder como sea, porque no será sostenible en el tiempo, como tampoco tendrá la autoridad para ejercerlo. Tal situación suele incrementar el descontento y generar retrocesos socioeconómicos que incrementan la pobreza personal y material de las gentes.

Nada más aberrante que la fuerza bruta para someter un pueblo, como también nada más absurdo como la destrucción del pueblo por el mismo pueblo.

Como vamos, vamos mal, cada vez se percibe una mayor confrontación política y una radicalización del pensar popular hacia las extremas, que seguirá incrementándose en la medida que se sucedan estos hechos y se acerquen más las próximas elecciones presidenciales.

Necesitamos acercarnos para convivir juntos, llegar a acuerdos sobre lo fundamental y tener unos líderes que depongan los intereses ególatras y partidistas, para unirse en torno a un proyecto país en que quepamos todos, respetuoso de la pluralidad de ideas, gobernado sobre unos principios básicos y lógicos y unas políticas económicas y sociales concertadas, tendientes a una mayor equidad social.

La paz, en cualquiera de sus expresiones, siempre termina en una mesa de diálogo; qué bueno sería ver sentados en ella a quienes lideran las diversas facciones en que esta polarizado este país.

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